El librito |
Me encuentro sentado en los solemnes bancos de la Catedral de Copacabana. El silencio es interrumpido de vez en cuando por los turistas que entran a admirar las imágenes doradas de Santos y Marías. Acabo de salir a vender un par de copias de un librito que armé recopilando varios cuentos y poemas que escribí tanto en Buenos Aires como a lo largo del viaje, y me fue muy bien. Creo que el éxito se debió en gran parte al esfuerzo que le apliqué al dibujo individual de un árbol lleno de hojas verdes en cada una de las tapas.
Llegué el domingo 5 a la noche. Todo ese día lo pasamos con Camila en la feria del Alto de La Paz, buscando cosas que no encontramos y comprando cosas que no buscábamos. Fue una experiencia agotadora ya que la Feria del Alto se extiende en todo un barrio, son cuadras y cuadras de múltiples artículos. Decenas de cuadras en subida y en bajada a 3600 metros de altura sobre el nivel del mar se pueden volver un verdadero reto.
El Lunes 6 me encontré con una pareja de argentinos de La Pampa con quienes ya me había cruzado antes en La Caldera, en Potosi y en La Paz. Por lo que volví a recordar que se puede viajar solo y no sentir soledad. Los demás compañeros del hostel parecen buena onda, son todos mochileros de distintas nacionalidades.
El martes decidí salir a conocer los alrededores por lo que tomé el camino hacia un pueblo llamado Sampaya, ubicado a unos doce kilómetros al norte de Copacabana desde donde se puede ver la Isla de la Luna. A mitad de camino se puede tomar un atajo de la ruta pavimentada por un camino prehispánico, que no son más que inmensos escalones de piedras deshechas por el tiempo, en una subida que puede llegar a ser tortuosa debido al cansancio que produce la altura. Lo interesante es imaginar que se hizo este camino hace más de quinientos años, y que lo circularon hombres y mujeres totalmente distintos a uno.
Pasado el camino llego a un área cubierta de árboles de eucalipto, y con varias zonas peladas por la deforestación. El paisaje cambia a medida que voy subiendo por caminos de tierra, se vuelve más árido y ventoso. Afortunadamente el sol me acompaña casi todo el camino y llego cansado pero satisfecho de mi logro. En el pueblo de Sampaya viven menos de cincuenta habitantes, todos mayores de cuarenta años ya que los jóvenes se ven obligados a migrar en busca de trabajo. Cuando llegué, pasado el mediodía, no encontré a nadie que me indique dónde descansar o comer algo. Paseé por sus calles de piedra y césped, estudié sus casas centenarias también de piedra y descansé en un banco mientras comía la vianda que llevé.
Para el regreso estuve dispuesto a pagar un remis o a quien sea que se acercara con destino a Copacabana. Tuve que caminar varios kilómetros para finalmente llegar a un cruce por el que pasaría algún auto, ya que la ruta a Sampaya casi no se usaba. A la media hora de esperar en el cruce, veo aproximarse un camión inmenso que transportaba madera recién cortada, me levantaron y me llevaron hasta la ciudad sin pedir nada a cambio.
Ahora iré a tocar el cajón con dos guitarristas con quienes comparto el cuarto.
Paz-tando |
Pasado el camino llego a un área cubierta de árboles de eucalipto, y con varias zonas peladas por la deforestación. El paisaje cambia a medida que voy subiendo por caminos de tierra, se vuelve más árido y ventoso. Afortunadamente el sol me acompaña casi todo el camino y llego cansado pero satisfecho de mi logro. En el pueblo de Sampaya viven menos de cincuenta habitantes, todos mayores de cuarenta años ya que los jóvenes se ven obligados a migrar en busca de trabajo. Cuando llegué, pasado el mediodía, no encontré a nadie que me indique dónde descansar o comer algo. Paseé por sus calles de piedra y césped, estudié sus casas centenarias también de piedra y descansé en un banco mientras comía la vianda que llevé.
Para el regreso estuve dispuesto a pagar un remis o a quien sea que se acercara con destino a Copacabana. Tuve que caminar varios kilómetros para finalmente llegar a un cruce por el que pasaría algún auto, ya que la ruta a Sampaya casi no se usaba. A la media hora de esperar en el cruce, veo aproximarse un camión inmenso que transportaba madera recién cortada, me levantaron y me llevaron hasta la ciudad sin pedir nada a cambio.
Ahora iré a tocar el cajón con dos guitarristas con quienes comparto el cuarto.
Llegada al pueblo |
Iglesia de Sampaya |
Isla de la Luna |
Los nevados a lo lejos |
La LuciérnagaTe elevas y te acercas a esa fuerza sublime.De tu vientre surge la respuesta al llamado ancestral que acallaste tantas veces deambulando entre lámparas y fuegos.Has olvidado tu cansancio, la brisa que te acompañó en el ascenso se fortalece en las alturas, su humor se vuelve errático y te golpea los costados. Entre oscuros nubarrones ves al sol por última vez. Pero ya es tarde.Caes.Ráfagas de sombra sacuden tus alas y golpean tu aún refulgente corazón. Cierras los ojos, vuelves a ver al astro de astros. Esta vez es él quien se acerca.Ya en sus brazos le oyes gritar a los vientos, y, en un parpadeo de la luz más pura, te unes a la tierra.
Uno de los escritos del Librito "Escritos de un viajero"
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Así es Señor, nos vemos al fin.
Tú tenías razón: el mundo es hermoso.
Y tenías razón: el amor reina
El odio gasta
El miedo encierra
La tristeza envejece
y el amor reina.
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