20 de Marzo - Potosí

He pasado una semana en Potosí, no me puedo explicar porqué estuve tanto tiempo ahí, creo que fue la comodidad de esa cama luego de un mes de andar en carpa. En mi estadía visité las minas del Cerro Rico de Potosí y la laguna termal llamada Ojo del Inca. 
Los carros
Trabajo en las minas
La excursión a las minas me sirvió para conocer una realidad que no creí aún vigente. Las condiciones de trabajo son pésimas, los mineros no llevan la protección adecuada para todo el polvo mineral que hay en los socavones y quedan muertos de cansancio luego de cada jornada, he visto hombres en descanso tirados en los rieles luego de haber estado cargando piedras en carros o empujando estos carros que pesan más de una tonelada a lo largo de vías semi-obstruidas por la tierra. 

En una de las cámaras más viejas, y por tanto más amplias de la mina, tienen al Tío. Se trata de una escultura en madera de tamaño real de un diablo. La guía nos contó que para asustar a los nativos, los españoles les ponían la imagen del diablo amenazando que si no trabajaban éste les haría un mal. Los nativos no entendían la palabra Diablo y terminaron llamándolo el Tío. En lugar de temerle, le comenzaron a llevar ofrendas de cigarrillos, alcohol y otros bienes para que los protegiera en las minas y los ayudase a encontrar vetas de plata y bronce.   
El Tío
Preparado para la mina
 Con respecto al Ojo del Inca, se trata de un oasis ubicado en medio de vientos fríos y paisajes áridos. El agua tibia contiene mayor cantidad de minerales debido a su origen volcánico por lo que uno se vuelve más pesado en ella. A ésto sumemos el hecho de estar ubicada a unos 4000 metros sobre el nivel del mar y podemos decir que nadar en ella es un reto. Se comenta que varias personas murieron ahogadas, "En el centro se arman torbellinos que te chupan hacia abajo" me advirtió el hombre que cobraba la entrada. Afortunadamente todo el diámetro se encuentra atravesado por dos sogas haciendo que no sea tan peligrosa como temía. 
Tuve la suerte de ir dos días seguidos, el primero me animé a nadar hacia el centro, siempre listo para agarrarme de las sogas en caso de torbellino, que por suerte no apareció. El segundo día ya la atravesaba sin problema de lado a lado. Allí conocí a tres chicas argentinas llamadas Lula, Lucha y Yamila. Luego de conversar un rato me indicaron que esa noche saldrían para Uyuni y me les sumé, ya que el Salar de Uyuni estaba en mi lista de lugares que hay que ver.
Ojo del Inca

"-¡Gracias hermano! Que tenga un buen día-  le deseo al taxista que, en medio de su día, me ha prestado treinta segundos de su tiempo mientras hago unos torpes y simples malabares, y hasta me da unas monedas que deja caer en el sombrero frente a su ventanilla. Me asombro cada vez que oigo el tintinear metálico en su fondo de tela negra.
Me dan pan, me dan la posibilidad del pan, del vaso de jugo en el mercado, del mordisco cargado de arroz con pollo frito. ¿Y qué les doy yo? Treinta segundos de tres pelotitas juguetonas y una sonrisa sincera.
Canto una canción para animarme, para animarlos, hago muecas, fallo, alguna pelota se cae, pienso "Qué pena", les prometo que tomaré clases, les llamo mis hermanos, porque eso somos, y ellos lo saben. De ahí las monedas, el pan por venir. Los miro a los ojos, los pienso míos, como yo de ellos. Todos nos pertenecemos, como no pertenecemos a nadie."
Escrito en Potosí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario