24 de Abril - Rumbo al Perú

Hoy me levanté antes del amanecer, ordené el interior de la carpa, aproveché a desayunar mientras lloviznaba y luego hice el bolso. Me despedí de Pablo a quién le devolví una frazada salvadora que me prestó al día siguiente de haber llegado. Llegué veinte minutos tarde al puerto desde dónde salen los barcos hacia Copacabana por lo que esperé dos horas más a la próxima salida. Al llegar a Copa dejé mis cosas en el hostal y salí a caminar. Reconocí a los de siempre, comí hartos dulces y me fui directo al locutorio para informar de mi vida aún latente a mi familia.
Estando en Copacabana me doy cuenta que no quiero permanecer allí. También recuerdo que siempre es preferible viajar de noche para ahorrarse el cuarto por lo que compro un pasaje de bus. A las 18:00 salgo en dirección a Puno, donde tomaré otro bus hacia Arequipa.

P.d.: Siento un gran dolor al alejarme del Lago Titikaka, un desgarro muy fuerte, aún más porque está atardeciendo y me vi cocinando como tantas otras tardes a la orilla del lago, descalzo y rodeado de esa fuerza suprema que tiene la Isla del Sol.

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Te vas Isla, me voy Sol
Una caricia, un vacío.
Tu arena, tu largo atardecer.
Nuestra secreta inmensidad.
Me pierdo en tu fuego,
me quemo en tu frío,
tirito tu silencio,
escucho tu latido.
Escrito mientras el transporte se aleja de Copacabana
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23 de Abril - Isla del Sol - Parte IV

Ayer me desperté más temprano que de costumbre, el sol aún no golpeaba la playa cuando decidí comenzar al día como de costumbre: desayuno de avena con banana, cacao y un poco de azúcar rubia, voy al lago, me lavo los dientes y los cubiertos sucios, me mojo la cara con el agua helada, enjuago y lavo la ropa sucia de ayer y arranco para le monte opuesto a mi carpa donde sí llega la luz del sol. En el camino me cruzo con Sol y Nür, las chicas que se están quedando en lo de Pablo y Sol se despide porque se está yendo. Nür también se despide porque al parecer se irá en la tarde. Llego al monte, leo la parte que me faltaba del libro de Osho, practico un poco de percusión de cajón y huevito juntos (hago trampa porque me pego el huevito a la mano con cinta para poder marcar ambos ritmos) y cuando me canso de tocar continúo cosiendo una pulsera con el punto escama que empecé ayer. A los pocos minutos llegan dos vecinos de la Isla, quienes se acercan a charlar luego de cumplir con su tarea de quemar los materiales de plástico de la isla. El mayor me dice que la señora Rica (la encargada de esa zona) no quiere carpas en la playa porque ayer tuvieron que echar a cinco personas que intentaron acampar cerca de ahí. Me recomendó que acampe en el monte donde nos encontrábamos y hasta me ofreció su pica por si quería amoldar el terreno que se encontraba un tanto inclinado. Acepté y a la media hora había transportado todas mis cosas, carpa incluida. Trabajé con la pica como media hora en un terreno demasiado inclinado y me cansé enormemente. Opté por otra terraza más cómoda. Luego de reinstalarme en la nueva locación fui al pueblo a comprar un par de cosas que me faltaban. Compré unas obleas que devoré en el camino, y luego dos paquetes de 12 galletas cada uno. Ya en el pueblo me pedí una hamburguesa con queso y palta que también devoré rápidamente. Al parecer la actitud de los locales con respecto a mi estadía en la isla me había angustiado, y estaba actuando acorde. 

Hoy jueves 23 de abril pasé todo el día en soledad, principalmente haciendo pulseras y cocinando. La desición de partir ya está definida. Para bajar del lugar en el que he acampado debo descender por un pequeño acantilado de unos seis metros de altura, hoy escogí una ruta muy empinada y casi me caigo. Me raspé el pie bien fuerte y un costado del pecho. La isla me está diciendo algo y la escucho fuerte y claro. Por otra parte me urge comunicarme con mis seres queridos e informarles que estoy de lo más bien. Hoy será mi última noche en la Isla del Sol.

19 de Abril - Isla del Sol - Parte III

Ya es domingo otra vez, Mitra ha partido hace uno o dos días, tal vez a hacer el seminario en las termas al que lo invitaron. Me dijo que volvería en unos quince días, con la luna llena de Mayo, quién sabe si aún estaré acá. He estado practicando los malabares. Me gustan mucho y aprender nuevos trucos es emocionante. También he terminado las nuevas ediciones del librito que vendí en Copacabana. He decidido separarlos en dos libros individuales: Poemas y Cuentos, y hacerlos a mano, para que la lectura sea más personal. No he escrito mucho desde entonces. Estoy fascinado con el libro que Mitra me prestó antes de irse que se trata de varias entrevistas a Osho, y con toda la cultura budista en general. Ya me he decidido a asistir a la próxima Vipassana que haya en Perú o en Ecuador, depende del tiempo que tarde en darse. Se trata de un seminario de meditación de diez días en el que no está permitido hablar ni hacer contacto visual con los demás seminaristas, con una única comida diaria y una serie de charlas o escuchas para luego entregarse de lleno a la meditación. Me entusiasma enormemente.
El argentino que vino a quedarse por seis meses en la Isla se llama Pablo y es hippie. Tiene muy buena voluntad aunque a veces parece dejarse llevar por su genio. Es amigo de muchos de los habitantes de la isla, especialmente de la familia que le alquila la casa ya que los ayudó a grabar un disco con música tradicional interpretada por ellos. Hemos tenido lindos encuentros de música y conversación en la playa que sale de su casa y seguro espera muchos más. Por mi parte, me cae bien, pero la soledad de la playa se ha visto interrumpida, y en éste momento, es lo que más busco.

15 de Abril - Isla del Sol - Parte II

La hermandad de la Isla
Mediodía soleado en la playita. He pasado los últimos dos días con una pareja de argentinos, un francés y una chica de Chile. La modalidad ha sido la misma, juntarnos en la playa al mediodía hasta que baje el sol, y luego cocinar juntos en el hostel en el que se hospedan. 

He tenido poca comunicación con Mitra, se la ha pasado dentro de una cueva que hay a orillas del Lago ya que ha llegado un nuevo inquilino a la casa en la que estaba viviendo y se ha tenido que ir. Hoy me acerqué a saludarlo y me comentó que ya se cansó de la cueva, que prefiere irse a La Paz y el lunes atender a un encuentro de meditación al que ha sido invitado en unas termas. También me contó que el nuevo inquilino es un argentino que se muda por seis meses cada año a esta playa y que parece una buena persona. Me ofrecí a ayudarlo con la mudanza de la cueva y aceptó gustoso. Qué gran hombre este Mitra, de risa fácil, mirada infantil, gran inocencia y experiencia, es como ver a un niño grande, que ha visto mucho del mundo, sin por eso haberse visto manchado por él. Me gustaría aprender todo lo que pueda de él.
Por otra parte cada día me enamoro más de esta isla, de la playita y del lago. Desconozco cuánto tiempo más permaneceré acá, pero no se me ha pasado por la mente la idea de irme.
El encanto de la Isla

13 de Abril - Isla del Sol - Parte I

Vista desde mi carpa
Las diminutas olas del Lago Titikaka llegan a mis pies en pequeñas ráfagas de tiempo. Éste es mi tercer día en la Isla del Sol. Llevo dos noches acampadas y el frío ya no es un problema. La clave es abrigar bien los pies. Con el juego de sábanas que me traje de casa, los envuelvo para que queden bien calentitos, el resto se resuelve con dos pantalones, dos remeras, un sweater, un buzo y la bolsa de dormir. Y no nos olvidemos de la carpa, que me viene protegiendo de la lluvia en ambas ocasiones. 
El lugar en sí es bellisimo, y a esto se le suma el hecho de contener ruinas tanto en el lado norte como en el sur y también en el fondo del lago, ciudad descubierta hace un par de años y con rumores de ser la Atlántida.
Como todo el mundo me aconsejó, vine a acampar al lado norte. Después de una hora de caminar con la mochila hasta el tope de comida (además de todas mis cosas) veo una playa hermosa muy abajo en una bahía conformada por dos montes a los costados que también limitan a un valle dividido a la mitad por un riachuelo que cae desde lo alto. Ambas laderas se encuentran cultivadas por escalones, siendo las habas el cultivo predominante con un poco de maíz y arvejas.
He tendido la carpa al resguardo de los vientos, en el primer escalón de césped desde la playa. Para acceder al escalón hay que pasar por un laberinto de arbustos, y un sólo camino es el correcto. Los demás están bloqueados por redes de telarañas tejidas de manera interconectada unas con otras. Este escalón se encuentra en el extremo sur de la playa, junto a dos muelles creados con cientos de piedras apiladas.

Casa
Al otro extremo de la playa, se encuentra un cercado con tres viviendas dentro. La más alejada está siendo alquilada por un viejo de 68 años llamado Mitra. En nuestras primeras conversaciones sabré que Mitra ha vivido casi 30 años en Asia, aprendiendo sobre distintas corrientes de pensamiento y distintas escuelas de meditación hasta convertirse en maestro de centenares de discípulos. Ahora, me dirá, prefiere la soledad con su meditación. Cada mañana lo veo acercarse a la orilla con su poncho y el sombrero negro de ala ancha, apoyar un cuero de oveja en la arena y luego su cojín sobre el cuero para permanecer en posición de loto por horas. Ayer me presenté formalmente y me advirtió que a la gente del pueblo no le gusta que nadie acampe en el lugar. Dice que han tenido malas experiencias en las que los acampantes robaban comida de los sembradíos, ensuciaban la playa y prendían fogatas con la leña que se considera parte de la propiedad de cada habitante.
Al parecer la isla funciona como una comunidad única, en la que todo es de todos, por lo que todo tiene dueño. También me ha comentado que se puede tomar agua de los manantiales por lo que mi mayor problema ha sido resuelto.
Ayer visité las ruinas al norte. Se me informó que el boleto de entrada que compré el primer día duraba 48 horas por lo que ése sería el último día de vigencia. Las ruinas son impresionantes, una serie de paredes de piedra unidas con barro forman un laberinto descendente con vista al Lago. El mismo cuenta con un manantial que da a un pozo que bien podría considerarse como la canilla de nuestros tiempos. Pero lo que más me gustó fue la playa situada unos cien metros más abajo. De arena y piedritas, con agua cristalina y un único muelle de cemento que no parece tan frecuentado, es la playa más desierta y natural que he encontrado hasta hoy. No tardé mucho en probar el agua y luego zambuirme un rato. Traté de nadar pero el frío era tal que me congelaba los tímpanos por lo que sentía un leve mareo a los pocos minutos.
A la noche alcancé a hacerme unos fideos con ayuda de la linterna y me fui a acostar extasiado, habían salido las estrellas y a lo lejos se anunciaba una tormenta. La misma fue gentil aunque duró toda la noche, nuevamente debo estoy agradecido por la fortaleza de mi carpa.
Las ruinas de la parte norte
La playa de las ruinas
Hoy decidí consultarle a Mitra acerca de la meditación y si podía introducirme a ella. Me respondió con total sinceridad que intentar enseñar/aprender a meditar por uno mismo raya lo imposible. Y me recomendó que asista a un curso o taller en el que el maestro pueda utilizar técnicas especialmente diseñadas para tal propósito en un ambiente controlado por él.
Me ha contado de sus treinta años en Asia y de su título de profesor. También me comentó que la Isla tiene, para él, algo único en el mundo, y eso que él viajó largo y tendido. Que la conoció por primera vez hace unos cuarenta años, y que su plan de retiro sería construirse un trimarán para navegar sus aguas, que considera la parte más importante de la Isla.
El estanque en las ruinas

Zoom al estanque

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"Sus ojos como dos mañanas juntas."
'Adán Buenosayres',  Leopoldo Marechal
Dos mañanas juntas parpadean somnolientas,
con su canto de lago, con su aullido de gaviota.
Dos mañanas juntas me sonríen de lo alto,
con sus montes abrazados al arroyo cristalino.
Dos mañanas juntas juegan con mi pelo,
con su llovizna alegre, con su triste brisa.
Escrito a orillas del Lago Titikaka 

10 de Abril - Copacabana - Parte II

Atrapasueños en el Lago Titikaka

Otro día de lluvia en Copacabana, ayer a la mañana los cerros circundantes amanecieron nevados, así de fría está la cuestión. Subí al Calvario, un monte de poca altura pero de empinado ascenso al que van los locales cuando quieren pedir favores divinos. Pasé gran parte del día allí, pensaba que vería un fantástico atardecer pero las nubes de todas las tardes aparecieron para frustrar mi deseo. A la noche visitamos un par de bares donde distintos músicos viajeros cantan y tocan instrumentos. Decidí quedarme en un bar en el que dos chicos interpretan temas de Los Beatles y de Coldplay. El cantante le da perfecto a la voz de Chris Martin (vocalista de Coldplay) por lo que las dos horas de show se pasan muy amenas. Su compañero toca el cajón peruano, el huevito y la pandereta a veces de forma simultánea, un genio.  

Vista desde el calvario
Atardecer en Copacabana, frente al Lago Titikaka

8 de Abril - Copacabana - Parte I

El librito
Me encuentro sentado en los solemnes bancos de la Catedral de Copacabana. El silencio es interrumpido de vez en cuando por los turistas que entran a admirar las imágenes doradas de Santos y Marías. Acabo de salir a vender un par de copias de un librito que armé recopilando varios cuentos y poemas que escribí tanto en Buenos Aires como a lo largo del viaje, y me fue muy bien. Creo que el éxito se debió en gran parte al esfuerzo que le apliqué al dibujo individual de un árbol lleno de hojas verdes en cada una de las tapas. 
Llegué el domingo 5 a la noche. Todo ese día lo pasamos con Camila en la feria del Alto de La Paz, buscando cosas que no encontramos y comprando cosas que no buscábamos. Fue una experiencia agotadora ya que la Feria del Alto se extiende en todo un barrio, son cuadras y cuadras de múltiples artículos. Decenas de cuadras en subida y en bajada a 3600 metros de altura sobre el nivel del mar se pueden volver un verdadero reto. 
El Lunes 6 me encontré con una pareja de argentinos de La Pampa con quienes ya me había cruzado antes en La Caldera, en Potosi y en La Paz. Por lo que volví a recordar que se puede viajar solo y no sentir soledad. Los demás compañeros del hostel parecen buena onda, son todos mochileros de distintas nacionalidades.
Paz-tando
El martes decidí salir a conocer los alrededores por lo que tomé el camino hacia un pueblo llamado Sampaya, ubicado a unos doce kilómetros al norte de Copacabana desde donde se puede ver la Isla de la Luna. A mitad de camino se puede tomar un atajo de la ruta pavimentada por un camino prehispánico, que no son más que inmensos escalones de piedras deshechas por el tiempo, en una subida que puede llegar a ser tortuosa debido al cansancio que produce la altura. Lo interesante es imaginar que se hizo este camino hace más de quinientos años, y que lo circularon hombres y mujeres totalmente distintos a uno.
Pasado el camino llego a un área cubierta de árboles de eucalipto, y con varias zonas peladas por la deforestación. El paisaje cambia a medida que voy subiendo por caminos de tierra, se vuelve más árido y ventoso. Afortunadamente el sol me acompaña casi todo el camino y llego cansado pero satisfecho de mi logro. En el pueblo de Sampaya viven menos de cincuenta habitantes, todos mayores de cuarenta años ya que los jóvenes se ven obligados a migrar en busca de trabajo. Cuando llegué, pasado el mediodía, no encontré a nadie que me indique dónde descansar o comer algo. Paseé por sus calles de piedra y césped, estudié sus casas centenarias también de piedra y descansé en un banco mientras comía la vianda que llevé.
Para el regreso estuve dispuesto a pagar un remis o a quien sea que se acercara con destino a Copacabana. Tuve que caminar varios kilómetros para finalmente llegar a un cruce por el que pasaría algún auto, ya que la ruta a Sampaya casi no se usaba. A la media hora de esperar en el cruce, veo aproximarse un camión inmenso que transportaba madera recién cortada, me levantaron y me llevaron hasta la ciudad sin pedir nada a cambio.
Ahora iré a tocar el cajón con dos guitarristas con quienes comparto el cuarto.
Camino a Sampaya

Llegada al pueblo

Iglesia de Sampaya

Isla de la Luna

Los nevados a lo lejos


La Luciérnaga
Te elevas y te acercas a esa fuerza sublime.
De tu vientre surge la respuesta al llamado ancestral que acallaste tantas veces deambulando entre lámparas y fuegos.
Has olvidado tu cansancio, la brisa que te acompañó en el ascenso se fortalece en las alturas, su humor se vuelve errático y te golpea los costados. Entre oscuros nubarrones ves al sol por última vez. Pero ya es tarde.
Caes.
Ráfagas de sombra sacuden tus alas y golpean tu aún refulgente corazón. Cierras los ojos, vuelves a ver al astro de astros. Esta vez es él quien se acerca.
Ya en sus brazos le oyes gritar a los vientos, y, en un parpadeo de la luz más pura, te unes a la tierra.
Uno de los escritos del Librito "Escritos de un viajero" 
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Así es Señor, nos vemos al fin.
Tú tenías razón: el mundo es hermoso.
Y tenías razón: el amor reina
El odio gasta
El miedo encierra
La tristeza envejece
y el amor reina.
Escrito en la Catedral de Copacabana




4 de Abril - Sorata

Río San Cristóbal
El martes 31 de Marzo volvimos nuevamente a Coroico y acampamos en una plaza junto al grupo de franceses y argentinos que conocí en Tilcara y que nos volvimos a cruzar allí.
El miércoles nos encaminanos a La Paz para tomar una combi hacia Sorata, un pueblito a ubicado a tres horas de viaje al norte de La Paz y al este del Lago Titikaka. Es un lugar hermoso y muy tranquilo, rodeado de bosques de eucaliptos y bordeado por el río San Cristóbal. Otra de las atracciones del lugar es la gruta San Pedro, una cueva de unos 400 metros de profundidad que tiene su propio lago interior. Anteriormente estaba poblada de peces ciegos y murciélagos de varias especies, pero con la instalación de luces eléctricas y el gran número de turistas que se acercan los fines de semana, ambos habitantes han desaparecido casi por completo. 
Vista desde Sorata
Caminata de 6 km hacia la Gruta San Pedro
Nos quedaremos en Sorata hasta mañana. Luego volveremos a La Paz desde donde Camila emprenderá el viaje de regreso a Chile y yo seguiré viaje hacia Copacabana. 


En el Río San Cristóbal

Historias
"El río a lo lejos me habla de sus aguas,
de las piedras que transporta, de sus incontables ramas
El río allá abajo relata sus historias,
de amantes enlazados, de suicidas y de ahogados
El agua turbulenta cuenta sus memorias,
de lluvias, de cascadas y glaciar en las montañas."
Poema escrito en Sorata, a orillas del río San Cristóbal.
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Descripción laboral

Estos gringos no entienden nada, cada vez que alguno se entera de mi trabajo me miran con los ojos blancos, como si vieran a un fantasma o algo así.
No saben de nuestro pueblo, de nuestras tradiciones.
Si, es cierto que antes se usaban fetos de llama para los cimientos de las casas, pero esas eran otras épocas, con los rascacielos y los puentes colgantes todo cambia. Qué va a protegernos una sola llamita los 30 pisos de acero y cemento. No, con un cadáver de llama no alcanza. Los mismos obreros se niegan a trabajar si no cumplo con mi parte, es de mala suerte.
De todos modos quién los va a extrañar. Son los olvidados, los pasados de largo, la escoria de toda ciudad. Y encima los tratamos bien, les damos la cena que ellos quieran y los llenamos del trago de su elección, pasan la mejor noche de sus vidas, no se pueden quejar.
Mi trabajo no es nada complicado, una vez que se maman y duermen ya está casi terminado. Es cuestión de llevarlos a los cimientos del edificio por construir y listo. El cemento ya está preparado de antemano. Con un movimiento de palanca se los ve desaparecer bajo la ola gris. Casi ninguno pelea mucho, uno o dos movimientos y luego la lisa calma que estará sólida para cuando amanezca. Otro edificio protegido y todos contentos.
Cuento basado en el secreto a voces de las construcciones de Bolivia.

31 de Marzo - Tocaña

El Quincho del Pulga en Tocaña
El viernes 27 despertamos en el cerro, la carpa no se inmutó ante la pequeña lluvia nocturna. Nos encaminamos a la ciudad al caer la tarde, un bus nos levanta y pasamos otra noche en el hostel. El sábado decidimos salir para Tocaña, una pequeña comunidad situada justo frente a Coroico del otro lado del valle. 
Lo que define a Tocaña son sus habitantes, se trata de descendientes de los esclavos africanos, "Afro-sudamericanos" se lee en un recorte de diario que tiene pegado en la pared de su casa nuestro nuevo anfitrión.
Se hace llamar "El Pulga" y es muy animado, usa una gastada remera psicodélica que seguro es de los 70's y masca coca a toda hora.
El Pulga
Dicen que es antropólogo. Tiene una gran biblioteca llena de libros sobre las culturas que antecedieron a la nuestra, especialmente las prehispánicas. El lugar es hermoso, parece un rancho pampeano en medio de la selva. La casa principal cuenta con diversas entradas a habitaciones de 2, 3 ó 4 camas. Tiene a su vez una enorme cantidad de sillas de todo tipo, están las que invitan a leer, a escribir, a dormir, reflexionar o simplemente estar.

Los días siguientes los pasamos conociendo el "pueblo", que consta de varias casas diseminadas arriba y abajo del cerro, y visitando el río más abajo. Un río bellísimo que corre sin interferencia humana por varios kilómetros hasta encontrarse con el río Coroico.
Hoy Martes despierto con el frágil susurro de las gotas de lluvia sobre el techo de la carpa. La modorra aumenta con cada gota y la dejo controlar mi cuerpo un rato más. Desayunamos unas pizzas recalentadas que sobraron de la excelente cena que hicimos anoche junto a 2 parejas de argentinos. Sigue lloviendo y no hay nada mejor que estar aquí sentado, leyendo toda la tarde.

Tocaña



LA GOTA DE SUDOR
Una gota de sudor cae de la frente del niño que juega.
Cae al ardiente polvo y no tarda en evaporarse.
La gota se eleva y se suma a otras gotas en lo alto de la nube. Permanecen así suspendidas hasta que un viento las empuja hacia las altas montañas del norte.
En su viaje ven ciudades y desiertos, autopistas y ríos, y no logran distinguir unos de otros.
La nube se ha vuelto pesada en su trayecto y una copiosa lluvia precipita sobre el valle.
La gota de sudor cae sobre el hielo y se une rápidamente a las demás gotas del glaciar. Allí dormita largo tiempo. Sueña con el niño, la nube, las ciudades y los desiertos.
Una tarde de verano despierta con los rayos del sol y comienza a rodar cuesta abajo. De esta forma se une a un hilo de agua que luego se vuelve río, luego cascada y más río. Recorre la montaña junto a los peces, insectos y demás seres que se acercan a tomar.
Tras mucho andar, la gota de sudor llega a un pequeño pueblo donde es levantada por un hombre que ha pausado su labor en el campo. Al ser bebida, gota y niño se reconocen después de tanto tiempo, y vuelven a ser uno.
Escrito en Tocaña.

26 de Marzo - Coroico


Escribo desde la tercera cascada de Coroico, un pueblo que ya comienza a ser selvático, con sus flores, sus frutos y sus humildes habitantes. Escribo en la ladera de una montaña, sentado sobre mi cajón peruano, la carpa armada a mi izquierda y un paisaje avasallador a mi derecha. Llegamos a La Paz el Lunes 23 a la madrugada, el frío es intenso y la ciudad ya ha despertado hace rato. Nos registramos en un hostel para dejar las mochilas y salimos a recorrer la ciudad. 
Camino a Coroico
El martes partimos rumbo a Coroico. Es un viaje violento en una combi destartalada llena de locales que pasa por riscos y curvas cerradas. Camila luego me contará que el chofer ofrece alcohol potable a la Pachamama por la ventana y luego toma un sorbo mientras se genuflexiona por el resto del trayecto, diciéndole que es para tener suerte en el camino. Y realmente se lo vió manejando más por instinto o intervención divina que de la forma legal y lógica. Adelantaba camiones en curvas cerradas, yendo más en el carril contrario que en el propio, aceleraba cuando cualquier otro ciudadano frenaría y su única medida de precaución era tocar la bocina mientras doblaba en las curvas. 
Primera cascada de Coroico
El cambio de clima se deja sentir en el transcurso del viaje: las laderas se vuelven más frondosas, el aire más cálido y la vegetación más colorida. En una hora ya estamos en el cejo de selva, mis ojos no quieren cerrarse, el agua arriba en el cielo y abajo en los arroyos me hipnotiza. Pasamos cascadas en las montañas y pequeñas lloviznas aisladas. ¡Selva al fin!
Apenas llegamos a Coroico, unos mochileros en la plaza nos recomiendan el hostel La Juanita a buen precio por lo que elegimos el piso compartido. Es una habitación bastante amplia con colchones tirados en el piso y que se comparte con hasta 8 personas. Afortunadamente la encontramos vacía.
Al día siguiente me despierto con ganas de nadar o por lo menos de chapotear un rato. Averiguamos en la oficina de turismo y nos recomiendan visitar el río que pasa por el valle a unos 8 kilómetros de distancia. El camino es pura bajada y a la mitad un cartel señala un sendero con la frase "camino del turista", el cual resulta ser un pasillo entre la maleza, empinado y zigzagueante que baja hasta el río. Pasamos la tarde ahí, aunque no se puede nadar ya que la parte a la que llegamos es muy torrentosa. Llegar fue fácil, el regreso en subida por el sendero del turista se vuelve cercano a lo imposible. Llevo mi mochila chica pero sobrecargada de cosas que no he usado, el cajón peruano con su funda en una mano y una botella de dos litros de agua en la otra. Llegada triunfal a Coroico después de andar unos 17 kilómetros entre ida y vuelta. Cocinamos harto y a descansar.

Hoy Jueves amanezco descansado aunque con alguna queja muscular. La solución: caminata de 6 kilómetros a las cascadas, con la mochila grande para llevar la carpa. Llegamos muy bien, el camino era principalmente en bajada con unas subidas leves, la mochila es cómoda y ligera, ya que hemos dejado todo lo que no necesitaríamos en el hostel. La tercera cascada de Coroico, donde se puede acampar, es la más linda y natural de todas, de agua honda hasta el pecho y fría como manantial de deshielo. Al fin pude nadar un poco. Serán las siete de la tarde y vienen unas nubes oscuras en nuestra dirección. Me emociona sentir la fuerza de la madre tierra esta noche.
La tercera cascada en la distancia
Tercera cascada de Coroico



Vista desde la carpa
                     

24 de Marzo - Uyuni (Parte II)

Cementerio de trenes

El Domingo 22 es el tercer día de excursión, finalmente visitaremos el Salar de Uyuni. Las chicas colombianas han terminado su tour ayer por lo que nos acompañan dos alemanas, un boliviano y una chica chilena con quién ya nos hemos cruzado en los distintos lugares turísticos de Uyuni. El primer destino del día es el cementerio de trenes, el lugar es interesante, aunque lo siento más de relleno del tour que otra cosa. Luego de esto nos dirigimos al Salar. El guía que nos ha tocado el tercer día no es tan paciente como el anterior, nos lleva al Salar y anuncia que tenemos 30 minutos para sacar fotos y luego almorzar las viandas que trajo preparadas. Fue sin embargo una gran experiencia, el ver un lugar tan vasto, tan monótono y a la vez cambiante me llenó de una tranquilidad que no se obtiene en ningún otro lado. Dentro del Salar hay una zona inundada con unos 5 cm de agua de lluvia que llega hasta el horizonte, se le llama espejo de agua por el efecto que produce con el cielo. Realmente se sintió como caminar sobre las nubes.
Converso con la chica chilena llamada Camila, quien me comenta que su plan es visitar la selva boliviana al norte de La Paz, por lo que decido acompañarla, es justo lo que necesito luego de tanto desierto.  

Piruetas en sal
Classic Uyuni

Classic Uyuni 2

El espejo de agua

24 de Marzo - Uyuni (Parte I)

Luego de tres días de excursión por las diversas lagunas de Uyuni y el renombrado Salar con mis tres amigas del Ojo del Inca y con 4 chicas colombianas más que simpáticas, tengo mucho para contar.
En primer lugar, mi relación con Lula, Lucha y Yami floreció y creo que se formó una gran amistad al punto de sentirnos muy cómodos entre los cuatro. Con respecto a las chicas de Colombia, ellas venían un día adelantadas en el tour por lo que sólo compartimos 2 días completos, por suerte nos volveríamos a cruzar en días posteriores con la mejor onda.
En la Laguna Verde
Al ser el único hombre, exceptuando a nuestro joven y simpático guía, mi labor fue de fotógrafo oficial para los dos grupos de chicas, qué le vamos a hacer.
Flamencos en la Laguna Verde



Mis nuevas grandes amigas Lucha, Yami y Lula
Cerca del árbol de piedra
Termas de Uyuni
Uno queda sin palabras
 En esos dos primeros días recorrimos varias lagunas y otros lugares de una belleza increíble. De todos ellos el que más me gustó fue el último. Se trata de un lago escondido, para llegar a él la camioneta tuvo que recorrer varios kilómetros desde Laguna Colorada (donde nos quedamos a dormir), y llegar a un lugar repleto de piedras que iba esquivando en zigzag, casi rozándolas. Luego llegamos a una pared de piedra que se extendía varios cientos de metros a ambos lados del camino y entramos en una especie de valle rodeado en todo su perímetro por esta pared de más de cuatro metros de alto. Todo el valle estaba cubierto de un césped verdísimo y surcado por decenas de pequeños hilos de agua, por lo que había que ir saltando de montículo a montículo de pasto para no mojarse. A lo lejos podían verse llamas pastando. Luego de atravesar este valle verde, llegamos a un pasillo de piedra y al final, el lago. Fue algo realmente indescriptible, encontramos un lago vivo en medio de tanta aridez, con juncos, patos de distintas especies y llamas descansando en su otra orilla. La cámara no puede sino intentar atrapar una pizca de la magia del lugar.
Llegada a la Laguna Oculta
El Oasis escondido de Uyuni
Panorámica de la Laguna
Por último comparto un video que grabé en el oasis, tanto me impactó que quise llevarlo a todos lados conmigo.


20 de Marzo - Potosí

He pasado una semana en Potosí, no me puedo explicar porqué estuve tanto tiempo ahí, creo que fue la comodidad de esa cama luego de un mes de andar en carpa. En mi estadía visité las minas del Cerro Rico de Potosí y la laguna termal llamada Ojo del Inca. 
Los carros
Trabajo en las minas
La excursión a las minas me sirvió para conocer una realidad que no creí aún vigente. Las condiciones de trabajo son pésimas, los mineros no llevan la protección adecuada para todo el polvo mineral que hay en los socavones y quedan muertos de cansancio luego de cada jornada, he visto hombres en descanso tirados en los rieles luego de haber estado cargando piedras en carros o empujando estos carros que pesan más de una tonelada a lo largo de vías semi-obstruidas por la tierra. 

En una de las cámaras más viejas, y por tanto más amplias de la mina, tienen al Tío. Se trata de una escultura en madera de tamaño real de un diablo. La guía nos contó que para asustar a los nativos, los españoles les ponían la imagen del diablo amenazando que si no trabajaban éste les haría un mal. Los nativos no entendían la palabra Diablo y terminaron llamándolo el Tío. En lugar de temerle, le comenzaron a llevar ofrendas de cigarrillos, alcohol y otros bienes para que los protegiera en las minas y los ayudase a encontrar vetas de plata y bronce.   
El Tío
Preparado para la mina
 Con respecto al Ojo del Inca, se trata de un oasis ubicado en medio de vientos fríos y paisajes áridos. El agua tibia contiene mayor cantidad de minerales debido a su origen volcánico por lo que uno se vuelve más pesado en ella. A ésto sumemos el hecho de estar ubicada a unos 4000 metros sobre el nivel del mar y podemos decir que nadar en ella es un reto. Se comenta que varias personas murieron ahogadas, "En el centro se arman torbellinos que te chupan hacia abajo" me advirtió el hombre que cobraba la entrada. Afortunadamente todo el diámetro se encuentra atravesado por dos sogas haciendo que no sea tan peligrosa como temía. 
Tuve la suerte de ir dos días seguidos, el primero me animé a nadar hacia el centro, siempre listo para agarrarme de las sogas en caso de torbellino, que por suerte no apareció. El segundo día ya la atravesaba sin problema de lado a lado. Allí conocí a tres chicas argentinas llamadas Lula, Lucha y Yamila. Luego de conversar un rato me indicaron que esa noche saldrían para Uyuni y me les sumé, ya que el Salar de Uyuni estaba en mi lista de lugares que hay que ver.
Ojo del Inca

"-¡Gracias hermano! Que tenga un buen día-  le deseo al taxista que, en medio de su día, me ha prestado treinta segundos de su tiempo mientras hago unos torpes y simples malabares, y hasta me da unas monedas que deja caer en el sombrero frente a su ventanilla. Me asombro cada vez que oigo el tintinear metálico en su fondo de tela negra.
Me dan pan, me dan la posibilidad del pan, del vaso de jugo en el mercado, del mordisco cargado de arroz con pollo frito. ¿Y qué les doy yo? Treinta segundos de tres pelotitas juguetonas y una sonrisa sincera.
Canto una canción para animarme, para animarlos, hago muecas, fallo, alguna pelota se cae, pienso "Qué pena", les prometo que tomaré clases, les llamo mis hermanos, porque eso somos, y ellos lo saben. De ahí las monedas, el pan por venir. Los miro a los ojos, los pienso míos, como yo de ellos. Todos nos pertenecemos, como no pertenecemos a nadie."
Escrito en Potosí.