Escribo desde la tercera cascada de Coroico, un pueblo que ya comienza a ser selvático, con sus flores, sus frutos y sus humildes habitantes. Escribo en la ladera de una montaña, sentado sobre mi cajón peruano, la carpa armada a mi izquierda y un paisaje avasallador a mi derecha. Llegamos a La Paz el Lunes 23 a la madrugada, el frío es intenso y la ciudad ya ha despertado hace rato. Nos registramos en un hostel para dejar las mochilas y salimos a recorrer la ciudad.
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Camino a Coroico |
El martes partimos rumbo a Coroico. Es un viaje violento en una combi destartalada llena de locales que pasa por riscos y curvas cerradas. Camila luego me contará que el chofer ofrece alcohol potable a la Pachamama por la ventana y luego toma un sorbo mientras se genuflexiona por el resto del trayecto, diciéndole que es para tener suerte en el camino. Y realmente se lo vió manejando más por instinto o intervención divina que de la forma legal y lógica. Adelantaba camiones en curvas cerradas, yendo más en el carril contrario que en el propio, aceleraba cuando cualquier otro ciudadano frenaría y su única medida de precaución era tocar la bocina mientras doblaba en las curvas.
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Primera cascada de Coroico |
El cambio de clima se deja sentir en el transcurso del viaje: las laderas se vuelven más frondosas, el aire más cálido y la vegetación más colorida. En una hora ya estamos en el cejo de selva, mis ojos no quieren cerrarse, el agua arriba en el cielo y abajo en los arroyos me hipnotiza. Pasamos cascadas en las montañas y pequeñas lloviznas aisladas. ¡Selva al fin!
Apenas llegamos a Coroico, unos mochileros en la plaza nos recomiendan el hostel La Juanita a buen precio por lo que elegimos el piso compartido. Es una habitación bastante amplia con colchones tirados en el piso y que se comparte con hasta 8 personas. Afortunadamente la encontramos vacía.
Al día siguiente me despierto con ganas de nadar o por lo menos de chapotear un rato. Averiguamos en la oficina de turismo y nos recomiendan visitar el río que pasa por el valle a unos 8 kilómetros de distancia. El camino es pura bajada y a la mitad un cartel señala un sendero con la frase "camino del turista", el cual resulta ser un pasillo entre la maleza, empinado y zigzagueante que baja hasta el río. Pasamos la tarde ahí, aunque no se puede nadar ya que la parte a la que llegamos es muy torrentosa. Llegar fue fácil, el regreso en subida por el sendero del turista se vuelve cercano a lo imposible. Llevo mi mochila chica pero sobrecargada de cosas que no he usado, el cajón peruano con su funda en una mano y una botella de dos litros de agua en la otra. Llegada triunfal a Coroico después de andar unos 17 kilómetros entre ida y vuelta. Cocinamos harto y a descansar.
Hoy Jueves amanezco descansado aunque con alguna queja muscular. La solución: caminata de 6 kilómetros a las cascadas, con la mochila grande para llevar la carpa. Llegamos muy bien, el camino era principalmente en bajada con unas subidas leves, la mochila es cómoda y ligera, ya que hemos dejado todo lo que no necesitaríamos en el hostel. La tercera cascada de Coroico, donde se puede acampar, es la más linda y natural de todas, de agua honda hasta el pecho y fría como manantial de deshielo. Al fin pude nadar un poco. Serán las siete de la tarde y vienen unas nubes oscuras en nuestra dirección. Me emociona sentir la fuerza de la madre tierra esta noche.
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La tercera cascada en la distancia |
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Tercera cascada de Coroico |
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Vista desde la carpa |