28 de Mayo - Rumbo a Lima

Me encuentro en el vuelo 303 de Peruvian Airlines con destino a Lima. Nada que ver con el lugar donde me encontraba en la última anotación del cuaderno. Al día siguiente de escribirla (lunes 25) me levanté a las 6 de la mañana y emprendí una subida de dos horas hasta el siguiente mirador, desde donde aún me esperaban 12 kilómetros de serpenteo en ascenso. En el mismo mirador se me acercó una pareja de estadounidenses quienes me comentario que desde ese lugar salía una combi hasta Cusco por sólo 30 soles: la salvación en cuatro ruedas. Después de esperar unas dos horas y un viaje de otras cuatro horas estaba de vuelta en el hostel. Cansado y muy felíz. 
El martes y miércoles los pasé en compañia de otros viajeros del hostal, entre ellos Sofía, chilena a quien conocía desde Copacabana y Cristóbal, chileno también y gran malabarista que me llevó a un semáforo alejado del centro donde la migra no molestaba a los artistas callejeros. Ese día estuvimos de 9 a 12 del mediodía él en un faro y yo en otro, no me fue tan bien pero hice lo suficiente para el hostel de esa noche y la comida de ese día. El miércoles (ayer) en cambio, estuve iluminado, quizás por saber que sería mi despedida de Cusco. No paré de bromear, reir y fallar con dignidad en los mañabares. La gente reaccionó muy bien ante estas pantomimas y no sólo los automovilistas colaboraban sino que también dos transeúntes lo hicieron acercándose con el solo propósito de darme unas monedas. Ambos hechos significaron mucho por lo que procederé a contarlos: El primero fue después de una performance más que satisfactoria, en mi opinión, que involucró risas tanto mías como de parte de mis espectadores. Me voy a descansar al dar verde el faro y se me acerca una señora mayor del brazo del que sería su hijo ya adulto, y ella misma me dá dos soles en la mano, el hijo a su vez toma de ejemplo a su madre y me acerca cinco soles acompañados de alguna palabra cálida que ahora no recuerdo, cruzan la calle y al darse el semáforo rojo les insto a ver una repetición como agradecimiento por su generosidad. Se detienen y me observan hasta el final. Hermosa gente. El segundo transeúnte que me ayudó se apareció cuando ya me retiraba por fallas técnicas de los semáforos. Era un hombre de unos 50 o 60 años, de apariencia más bien humilde que me llama a acercarme y me da setenta centavos de sol por mi "habilidad" según sus propias palabras. Fue una hermosa mañana llena de interacción con los habitantes de Cusco. Les agradezco el sentimiento de dicha que me proporcionaron.
Las azafatas están dando las instrucciones de siempre. A la hora de entregar el equipaje tuve un inconveniente ya que al leer las precauciones con respecto al ingreso de materiales inflamables al avión supuse que se refería en el bolso de mano, no en el que se entrega como equipaje. A la media hora de haber entregado todo, me encuentro leyendo en un banco cuando una señorita de la aerolínea se me acerca preguntando si yo era Luis Campos. Al responderle afirmativamente me comenta que mi equipaje había sido incautado por haberse detectado gas butano en el mismo. Claro, si tenía una garrafa llena del mismo para cocinarme en el viaje. Tuve que dejarles la garrafa al igual que una botella de alcohol etílico y otra de cloro. Afortunadamente no hubo mayor inconveniente y pude embarcar. El avión está arrancando, llegaré a Lima en una hora y diez minutos.

24 de Mayo - Las desconocidas ruinas de Choquequirao

Me encuentro en la parada de descanso "Chikisawa", o algo por el estilo. Son las 13:50 hs y estoy exhausto. El viernes 22 me levanté a las 5 de la mañana porque a las 6 comenzaban a salir los buses a Abancay, región cercana al pueblo de San Pedro de Cachora, desde donde comienza la caminata a las ruinas de Choquequirao. Llegué a Cachora a eso de las 10 de la mañana. Llegué medio perdido, buscando pastillas para purificar el agua, pan y dos cebollas más (¿por qué cuatro cebollas para un viaje de 4 días??), las consigo en un almacén de barrio junto con una pequeña botella de cloro para purificar el agua del camino y, luego de dar varias vueltas, doy con el sitio de entrada al sendero. Un viejito me aconseja, es más, me insta a llegar al campamento del río Apurimac en el primer día de viaje. Tomo en cuenta su consejo y emprendo la caminata. El viaje comienza con una bajada tranquila por un paisaje sembradíos y montañas nevadas a lo lejos. A medida que las montañas se acercan, el paisaje se vuelve más salvaje al igual que el camino. Carteles de "No apoyarse" en barandas perdidas hace tiempo y de "Cuidado, derrumbes constantes" se intercalan cada varios kilómetros. 
Las montañas nevadas a lo lejos
A las 5 pm llego a la misma parada de descanso en la que me encuentro ahora. Equivocadamente pienso que es el campamento del río. Me ha antecedido una bajada zigzagueante hecha de piedritas resbalosas y piedrotas con las que tropezaba. Creí no llegar nunca, y aún no lo había hecho. Más bajada, más zigzag y más piedritas traicioneras en una cansadora bajada de media hora hasta el río.
Llegada al Río Apurimac
Rápidamente armo la carpa pues los jejenes no han parado de perseguirme en todo el camino y estoy seguro que ansían el sabor de mi sangre. Luego de armada la carpa tiro todo mi equipaje en su interior y me doy una ducha fría en las instalaciones del lugar. Una ducha realmente salvadora. Luego me pongo campera y largos para escapar de los mosquitos y converso un rato con los guardaparques quienes me recomiendan salir al día siguiente a las 5 de la mañana para evitar el flagelo del sol en una subida atroz y dejar todo el peso extra que tenga. Les hago caso en ambas observaciones y dejo dos libros, mi termo y la comida extra que traje: ¡cuatro cebollas! Esa noche, antes de irme a dormir a eso de las 7 de la noche alzo la vista y descubro una luna intensísima que ilumina todo el parque, y las estrellas igual de valientes tintineando su distancia. Me tiro a contemplarlas en medio del puente que cruza el río Apurimac en dirección a las ruinas, sin filtros de ciudad o nubosidad alguna tintinean alocadas, veo tres satélites ir y venir en distintas direcciones, pero ninguna estrella fugaz, quizás porque la deseé demasiado.
Me despierto obedientemente a las 5 de la mañana y a las 6 ya tengo todo listo para salir, incluso mi desayuno de avena, soja en polvo, cereales y banana. 

¡Sí se puede!



La subida fue realmente difícil, pero paso a paso, descansando, tomando agua y mascando coca cuando el cuerpo lo pedía, llegué al caserío Santa Rosa, la primera parada después del campamento del río. El resto del camino a Choquequirao fue más simple, siempre con subidas y bajadas pero más cortas y menos empinadas. Llegar a la entrada fue muy satisfacorio, más que nada por el esfuerzo que me tomó. Sabía que podía, o creía saberlo, pero no tenía idea de lo que me costaría, y eso es conocerme mejor.
Las fotos de Choquequirao hablarán por si mismas:

Primera vista de las ruinas
Un cielo alucinante
Llegada a las primeras terrazas



Ruinas principales



Cansado pero feliz







21 de Mayo - Cusco - Parte II

Camino a Hidroeléctrica
El lunes 18 averigüé para ir a Cusco al día siguiente, costó 60 soles el bus de 12 horas de ida y vuelta hasta Hidroeléctrica. Desde allí se hace una caminada de hora y media hasta la ciudad de Aguas Calientes, 20 soles de hostel con ducha privada y 128 soles de entrada a la ciudad en ruinas de Machu Picchu. La minivan que salió de Cusco llegó a las 3 pm a Hidroeléctrica por lo que estuve a eso de las 5 pm en Aguas Calientes. Entre ducha y wifi se me hicieron las 6 y salí a pasear por el pueblo ya que no tendría otra oportunidad, al día siguiente me levantaría a las 4 am para llegar a las 6 a la entrada de Machu Picchu.


Comienzo de la caminata hacia Aguas Calientes
Hacia Aguas Calientes

Aguas Calientes
Me preparé un desayuno de avena, soja, banana y cereales, más un pan con mermelada, y arranqué. A las 5 am abrieron el puente que nos llevaría al comienzo de una empinada subida por escaleras de piedra que dura entre una hora y media y dos horas. La logré hacer en unos 38 minutos ayudado por las salvadoras hojas de coca y mi espíritu competitivo que me sigue impulsando en varias ocasiones llegando uno de los primeros a la entrada.
Al comienzo de la escalinata (5 am)
Subiendo hacia la cima del monteMachu Picchu
A las 6 am abrieron las puertas a una multitud de turistas que, o bien subieron las escaleras, o bien llegaron en buses especiales a 25 dólares la ida y vuelta. Entré uno de los primeros a las ruinas y decidí ir al lugar menos visitado posible, por lo que, en lugar de ir a las ruinas principales como todo el mundo, tomé un camino alternativo a la izquierda hacia un lugar llamado "La puerta del Sol". En el camino di con la entrada a la cima del Machu Picchu, seguí un sendero indicado por el cartel y me encontré de frente con unas rejas de madera y un papel indicando la hora de apertura a las 7:00 am, osea casi una hora después. Sin dudarlo un momento trepé la reja y en tres segundos estaba del otro lado, al pie del monte Machu Picchu. la subida fue dura, a los 15 minutos el cansancio era notable por lo que devoré la banana que me quedaba y usé una rama cubierta de musgo como bastón. A mi alrededor sólo nubes, el canto de los pájaros y el sol naciente, que cobraba fuerza a cada minuto. No paré a descansar, anduve lento pero seguro, apoyándome en el bastón salvador y en las hojas de coca que no paré de masticar. La llegada a la cima fue gloriosa: un arcoiris circular me saludó entre las nubes de abajo, los picos nevados alrededor, el río con su ciudad y la montaña. La montaña con sus aves, sus insectos, su brisa helada, el sol fulgurante, su alma desnuda. Lloré de alegría, lloré su vida aún latente, sus ruinas explotadas y exportadas. Encontré un lugarcito que hice mío, me descalcé, saqué la manta que no sabía muy bien por qué había llevado y me senté sobre ella a "meditar". No sabía bien lo que hacía, dejé que los sonidos fluyeran a través de mi y que el sol me diga qué hacer. Mi respiración se calmó, espaciada, hasta que por momentos se detenía. En esos momentos me llegaba una energía, como una esfera de calor que nacía de mis manos, y me rodeaba completamente. 
No sé cuánto tiempo duró eso, pero me hizo ver que el lugar aún vive. Al cabo de una hora comenzaron a llegar los turistas, 
Arcoiris de bienvenida
¡Llegada a la cima!
El resto de las ruinas era un caos de gente con sus idiomas, idiosincrasias e ideologías. Corrí más que caminar, el monte se había dormido una vez más.
Eso fue ayer, hoy me desperté nuevamente en el hostel de Cusco, cansado pero contento y con un fin claro. Quiero conocer a fondo el monte, la selva, el mar, los ríos. Sólo ahí veo vida verdadera, la ciudad se ha olvidado de sus habitantes. Mañana parto para Choquequirao, de una u otra forma llegaré a esas ruinas.

Foto trofeo



Sin palabras



La Cima


21 de Mayo - Cusco - Parte I

Diez días pasaron desde mi última entrada. Ese martes me iría a Cusco pero una huelga de 72 horas de los antimineros imposibilitó la salida de buses por lo que me vi afortunadamente retenido en lo de mi tía Alicia. El viernes 15 por fin pude partir en un viaje de once horas en un bus con todos los chiches y hasta con cena incluida, algo imposible en Bolivia, no me puedo quejar. 
la llegada a Cusco estuvo bien, ubiqué el hostel llamado "Lets go bananas" que me recomendo mi amiga Mica con quien me crucé en Potosí. El primer día (sábado) recorrí todos los mercados de Cusco en busca de un sombrero idéntico al que había perdido en Perú. Lo encontré en el último mercado donde busqué, como suele ocurrir, un poco más chico que el anterior pero igual de práctico. Entonces, oh, casualidad: al salir del mercado se larga a llover, el sombrero fue probado en su primera hora de vida y, como el anterior, salió victorioso. Nuevamente cubierto mi cuero cabelludo salí a enfrentar el mundo. Me puse a vender mis libritos de cuentos y poemas con un éxito muy satisfactorio. 
Desfile de Cusco
El segundo día (domingo) hubo un desfile de distintos grupos de baile indígena, muy lindos vestidos y atuendos. Las danzas me hicieron pensar en rituales de druidas y chamanes. En particular los bailarines de un grupo que llevaban máscaras hechas de pieles de distintos animales, y narices extremadamente largas. En sus manos llevaban cetros de una planta que no conozco, con sus frutos colgados de la parte superior.




Plaza de armas de Cusco

Catedral de Cusco

11 de Mayo - Monasterio Santa Catalina

Jardín del Monasterio
Hoy pagué 40 soles para visitar el Monasterio Santa Catalina de Arequipa. Estoy sentado en el banco de un pequeño parque florido, muy bien cuidado y repleto de plantas exóticas. Creo haber reconocido un árbol de paltas, tengo ganas de treparme y guardar unas cuantas para después. Por ahora visité el Locutorio, un pasillo con ventanas enrejadas por donde las monjitas hablaban con el mundo exterior; una especie de museo repleto de cuadro de la vida de Santa Catalina; pequeños dormitorios en los que dormían las monjas; un museo de elementos de auto-flagelación que utilizaban para ofrecer su sufrimiento; unas cocinas inmensas donde usaban leña para cocinarse; una lavandería con agua que hasta el día de hoy fluye por un canalcito de piedra y que luego se divide en varios canales que llenan medias vasijas donde lavaban la ropa.
Lavadero
Elementos de Autoflagelo


Horno de Barro de una monja pastelera


Aljibe dentro de la misma cocina

Patio interno dentro del Convento

29 de Abril - Convalescencia en Arequipa

El lunes 27 a la noche me agarró fiebre, estaba seguro que se debía ala gula con la que había comido los últimos tres días, el primero cerdo y vaca, el segundo pollo  y el tercero pescado y mariscos. Habiendo comido mayormente vegetales durante todo el viaje, y exclusivamente los últimos quince días en la Isla del Sol, era casi necesario que mi cuerpo se queje de tan abrupto cambio. Llegué a tener 40°C por lo que mi tía llamó al médico de su seguro. Me dieron una inyección para bajar la fiebre y me recetaron tanto antibióticos como antiparasitarios como precaución. Al día siguiente me hicieron estudios y definieron que era una infección bacterial sumada a infección urinaria al parecer generada por falta de hidratación, lo cuál también se dio los primeros días en Arequipa. 
Conclusión: debo hacer reposo por una semana y tomar antibióticos por 10 días. Gran fortuna la de enfermarse en la casa del primer familiar que contacto en el viaje.

26 de Abril - Arequipa la Blanca

Estoy en Arequipa, sentado en el banco de una de las plazas más "pitucas" del lugar. Pasa mucha gente vestida de deporte porque al hay un gimnasio súper exclusivo por acá, o al menos eso me parece a mi, ya que todo es muy exclusivo o excluyente en esta zona. Señoras con sombreros grandes, gafas igual de grandes y perros diminutos se pasean como hace unos días veía pasar a las cholitas con sus burros y sus chanchos. Llevan carteras de marcas europeas en lugar de los pesados aguayos, zapatos de taco en vez de las embarradas sandalias y un español neutro, de ligero acento, en lugar del masticado español o el insondable aimará de Bolivia. Todo es más cosmopolita acá, más yanki, más "civilizado". No hay regateo, comida en las calles, gritos de vendedora. 
Ayer me encontré con mi prima Alessandra y mi tía Alicia, me llevaron a una picantería muy elegante, creo que no cuadré muy bien con la musculosa gastada y el pantalón largo de hippie. Pero la pasamos bien, y comí de todo un poco hasta hartarme, nada de masticar bien cada bocado o respirar tranquilo en la comida, fue un desenfreno gastronómico.
Una de las tantas iglesias de Arequipa.

24 de Abril - Rumbo al Perú

Hoy me levanté antes del amanecer, ordené el interior de la carpa, aproveché a desayunar mientras lloviznaba y luego hice el bolso. Me despedí de Pablo a quién le devolví una frazada salvadora que me prestó al día siguiente de haber llegado. Llegué veinte minutos tarde al puerto desde dónde salen los barcos hacia Copacabana por lo que esperé dos horas más a la próxima salida. Al llegar a Copa dejé mis cosas en el hostal y salí a caminar. Reconocí a los de siempre, comí hartos dulces y me fui directo al locutorio para informar de mi vida aún latente a mi familia.
Estando en Copacabana me doy cuenta que no quiero permanecer allí. También recuerdo que siempre es preferible viajar de noche para ahorrarse el cuarto por lo que compro un pasaje de bus. A las 18:00 salgo en dirección a Puno, donde tomaré otro bus hacia Arequipa.

P.d.: Siento un gran dolor al alejarme del Lago Titikaka, un desgarro muy fuerte, aún más porque está atardeciendo y me vi cocinando como tantas otras tardes a la orilla del lago, descalzo y rodeado de esa fuerza suprema que tiene la Isla del Sol.

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Te vas Isla, me voy Sol
Una caricia, un vacío.
Tu arena, tu largo atardecer.
Nuestra secreta inmensidad.
Me pierdo en tu fuego,
me quemo en tu frío,
tirito tu silencio,
escucho tu latido.
Escrito mientras el transporte se aleja de Copacabana
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23 de Abril - Isla del Sol - Parte IV

Ayer me desperté más temprano que de costumbre, el sol aún no golpeaba la playa cuando decidí comenzar al día como de costumbre: desayuno de avena con banana, cacao y un poco de azúcar rubia, voy al lago, me lavo los dientes y los cubiertos sucios, me mojo la cara con el agua helada, enjuago y lavo la ropa sucia de ayer y arranco para le monte opuesto a mi carpa donde sí llega la luz del sol. En el camino me cruzo con Sol y Nür, las chicas que se están quedando en lo de Pablo y Sol se despide porque se está yendo. Nür también se despide porque al parecer se irá en la tarde. Llego al monte, leo la parte que me faltaba del libro de Osho, practico un poco de percusión de cajón y huevito juntos (hago trampa porque me pego el huevito a la mano con cinta para poder marcar ambos ritmos) y cuando me canso de tocar continúo cosiendo una pulsera con el punto escama que empecé ayer. A los pocos minutos llegan dos vecinos de la Isla, quienes se acercan a charlar luego de cumplir con su tarea de quemar los materiales de plástico de la isla. El mayor me dice que la señora Rica (la encargada de esa zona) no quiere carpas en la playa porque ayer tuvieron que echar a cinco personas que intentaron acampar cerca de ahí. Me recomendó que acampe en el monte donde nos encontrábamos y hasta me ofreció su pica por si quería amoldar el terreno que se encontraba un tanto inclinado. Acepté y a la media hora había transportado todas mis cosas, carpa incluida. Trabajé con la pica como media hora en un terreno demasiado inclinado y me cansé enormemente. Opté por otra terraza más cómoda. Luego de reinstalarme en la nueva locación fui al pueblo a comprar un par de cosas que me faltaban. Compré unas obleas que devoré en el camino, y luego dos paquetes de 12 galletas cada uno. Ya en el pueblo me pedí una hamburguesa con queso y palta que también devoré rápidamente. Al parecer la actitud de los locales con respecto a mi estadía en la isla me había angustiado, y estaba actuando acorde. 

Hoy jueves 23 de abril pasé todo el día en soledad, principalmente haciendo pulseras y cocinando. La desición de partir ya está definida. Para bajar del lugar en el que he acampado debo descender por un pequeño acantilado de unos seis metros de altura, hoy escogí una ruta muy empinada y casi me caigo. Me raspé el pie bien fuerte y un costado del pecho. La isla me está diciendo algo y la escucho fuerte y claro. Por otra parte me urge comunicarme con mis seres queridos e informarles que estoy de lo más bien. Hoy será mi última noche en la Isla del Sol.

19 de Abril - Isla del Sol - Parte III

Ya es domingo otra vez, Mitra ha partido hace uno o dos días, tal vez a hacer el seminario en las termas al que lo invitaron. Me dijo que volvería en unos quince días, con la luna llena de Mayo, quién sabe si aún estaré acá. He estado practicando los malabares. Me gustan mucho y aprender nuevos trucos es emocionante. También he terminado las nuevas ediciones del librito que vendí en Copacabana. He decidido separarlos en dos libros individuales: Poemas y Cuentos, y hacerlos a mano, para que la lectura sea más personal. No he escrito mucho desde entonces. Estoy fascinado con el libro que Mitra me prestó antes de irse que se trata de varias entrevistas a Osho, y con toda la cultura budista en general. Ya me he decidido a asistir a la próxima Vipassana que haya en Perú o en Ecuador, depende del tiempo que tarde en darse. Se trata de un seminario de meditación de diez días en el que no está permitido hablar ni hacer contacto visual con los demás seminaristas, con una única comida diaria y una serie de charlas o escuchas para luego entregarse de lleno a la meditación. Me entusiasma enormemente.
El argentino que vino a quedarse por seis meses en la Isla se llama Pablo y es hippie. Tiene muy buena voluntad aunque a veces parece dejarse llevar por su genio. Es amigo de muchos de los habitantes de la isla, especialmente de la familia que le alquila la casa ya que los ayudó a grabar un disco con música tradicional interpretada por ellos. Hemos tenido lindos encuentros de música y conversación en la playa que sale de su casa y seguro espera muchos más. Por mi parte, me cae bien, pero la soledad de la playa se ha visto interrumpida, y en éste momento, es lo que más busco.

15 de Abril - Isla del Sol - Parte II

La hermandad de la Isla
Mediodía soleado en la playita. He pasado los últimos dos días con una pareja de argentinos, un francés y una chica de Chile. La modalidad ha sido la misma, juntarnos en la playa al mediodía hasta que baje el sol, y luego cocinar juntos en el hostel en el que se hospedan. 

He tenido poca comunicación con Mitra, se la ha pasado dentro de una cueva que hay a orillas del Lago ya que ha llegado un nuevo inquilino a la casa en la que estaba viviendo y se ha tenido que ir. Hoy me acerqué a saludarlo y me comentó que ya se cansó de la cueva, que prefiere irse a La Paz y el lunes atender a un encuentro de meditación al que ha sido invitado en unas termas. También me contó que el nuevo inquilino es un argentino que se muda por seis meses cada año a esta playa y que parece una buena persona. Me ofrecí a ayudarlo con la mudanza de la cueva y aceptó gustoso. Qué gran hombre este Mitra, de risa fácil, mirada infantil, gran inocencia y experiencia, es como ver a un niño grande, que ha visto mucho del mundo, sin por eso haberse visto manchado por él. Me gustaría aprender todo lo que pueda de él.
Por otra parte cada día me enamoro más de esta isla, de la playita y del lago. Desconozco cuánto tiempo más permaneceré acá, pero no se me ha pasado por la mente la idea de irme.
El encanto de la Isla

13 de Abril - Isla del Sol - Parte I

Vista desde mi carpa
Las diminutas olas del Lago Titikaka llegan a mis pies en pequeñas ráfagas de tiempo. Éste es mi tercer día en la Isla del Sol. Llevo dos noches acampadas y el frío ya no es un problema. La clave es abrigar bien los pies. Con el juego de sábanas que me traje de casa, los envuelvo para que queden bien calentitos, el resto se resuelve con dos pantalones, dos remeras, un sweater, un buzo y la bolsa de dormir. Y no nos olvidemos de la carpa, que me viene protegiendo de la lluvia en ambas ocasiones. 
El lugar en sí es bellisimo, y a esto se le suma el hecho de contener ruinas tanto en el lado norte como en el sur y también en el fondo del lago, ciudad descubierta hace un par de años y con rumores de ser la Atlántida.
Como todo el mundo me aconsejó, vine a acampar al lado norte. Después de una hora de caminar con la mochila hasta el tope de comida (además de todas mis cosas) veo una playa hermosa muy abajo en una bahía conformada por dos montes a los costados que también limitan a un valle dividido a la mitad por un riachuelo que cae desde lo alto. Ambas laderas se encuentran cultivadas por escalones, siendo las habas el cultivo predominante con un poco de maíz y arvejas.
He tendido la carpa al resguardo de los vientos, en el primer escalón de césped desde la playa. Para acceder al escalón hay que pasar por un laberinto de arbustos, y un sólo camino es el correcto. Los demás están bloqueados por redes de telarañas tejidas de manera interconectada unas con otras. Este escalón se encuentra en el extremo sur de la playa, junto a dos muelles creados con cientos de piedras apiladas.

Casa
Al otro extremo de la playa, se encuentra un cercado con tres viviendas dentro. La más alejada está siendo alquilada por un viejo de 68 años llamado Mitra. En nuestras primeras conversaciones sabré que Mitra ha vivido casi 30 años en Asia, aprendiendo sobre distintas corrientes de pensamiento y distintas escuelas de meditación hasta convertirse en maestro de centenares de discípulos. Ahora, me dirá, prefiere la soledad con su meditación. Cada mañana lo veo acercarse a la orilla con su poncho y el sombrero negro de ala ancha, apoyar un cuero de oveja en la arena y luego su cojín sobre el cuero para permanecer en posición de loto por horas. Ayer me presenté formalmente y me advirtió que a la gente del pueblo no le gusta que nadie acampe en el lugar. Dice que han tenido malas experiencias en las que los acampantes robaban comida de los sembradíos, ensuciaban la playa y prendían fogatas con la leña que se considera parte de la propiedad de cada habitante.
Al parecer la isla funciona como una comunidad única, en la que todo es de todos, por lo que todo tiene dueño. También me ha comentado que se puede tomar agua de los manantiales por lo que mi mayor problema ha sido resuelto.
Ayer visité las ruinas al norte. Se me informó que el boleto de entrada que compré el primer día duraba 48 horas por lo que ése sería el último día de vigencia. Las ruinas son impresionantes, una serie de paredes de piedra unidas con barro forman un laberinto descendente con vista al Lago. El mismo cuenta con un manantial que da a un pozo que bien podría considerarse como la canilla de nuestros tiempos. Pero lo que más me gustó fue la playa situada unos cien metros más abajo. De arena y piedritas, con agua cristalina y un único muelle de cemento que no parece tan frecuentado, es la playa más desierta y natural que he encontrado hasta hoy. No tardé mucho en probar el agua y luego zambuirme un rato. Traté de nadar pero el frío era tal que me congelaba los tímpanos por lo que sentía un leve mareo a los pocos minutos.
A la noche alcancé a hacerme unos fideos con ayuda de la linterna y me fui a acostar extasiado, habían salido las estrellas y a lo lejos se anunciaba una tormenta. La misma fue gentil aunque duró toda la noche, nuevamente debo estoy agradecido por la fortaleza de mi carpa.
Las ruinas de la parte norte
La playa de las ruinas
Hoy decidí consultarle a Mitra acerca de la meditación y si podía introducirme a ella. Me respondió con total sinceridad que intentar enseñar/aprender a meditar por uno mismo raya lo imposible. Y me recomendó que asista a un curso o taller en el que el maestro pueda utilizar técnicas especialmente diseñadas para tal propósito en un ambiente controlado por él.
Me ha contado de sus treinta años en Asia y de su título de profesor. También me comentó que la Isla tiene, para él, algo único en el mundo, y eso que él viajó largo y tendido. Que la conoció por primera vez hace unos cuarenta años, y que su plan de retiro sería construirse un trimarán para navegar sus aguas, que considera la parte más importante de la Isla.
El estanque en las ruinas

Zoom al estanque

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"Sus ojos como dos mañanas juntas."
'Adán Buenosayres',  Leopoldo Marechal
Dos mañanas juntas parpadean somnolientas,
con su canto de lago, con su aullido de gaviota.
Dos mañanas juntas me sonríen de lo alto,
con sus montes abrazados al arroyo cristalino.
Dos mañanas juntas juegan con mi pelo,
con su llovizna alegre, con su triste brisa.
Escrito a orillas del Lago Titikaka 

10 de Abril - Copacabana - Parte II

Atrapasueños en el Lago Titikaka

Otro día de lluvia en Copacabana, ayer a la mañana los cerros circundantes amanecieron nevados, así de fría está la cuestión. Subí al Calvario, un monte de poca altura pero de empinado ascenso al que van los locales cuando quieren pedir favores divinos. Pasé gran parte del día allí, pensaba que vería un fantástico atardecer pero las nubes de todas las tardes aparecieron para frustrar mi deseo. A la noche visitamos un par de bares donde distintos músicos viajeros cantan y tocan instrumentos. Decidí quedarme en un bar en el que dos chicos interpretan temas de Los Beatles y de Coldplay. El cantante le da perfecto a la voz de Chris Martin (vocalista de Coldplay) por lo que las dos horas de show se pasan muy amenas. Su compañero toca el cajón peruano, el huevito y la pandereta a veces de forma simultánea, un genio.  

Vista desde el calvario
Atardecer en Copacabana, frente al Lago Titikaka

8 de Abril - Copacabana - Parte I

El librito
Me encuentro sentado en los solemnes bancos de la Catedral de Copacabana. El silencio es interrumpido de vez en cuando por los turistas que entran a admirar las imágenes doradas de Santos y Marías. Acabo de salir a vender un par de copias de un librito que armé recopilando varios cuentos y poemas que escribí tanto en Buenos Aires como a lo largo del viaje, y me fue muy bien. Creo que el éxito se debió en gran parte al esfuerzo que le apliqué al dibujo individual de un árbol lleno de hojas verdes en cada una de las tapas. 
Llegué el domingo 5 a la noche. Todo ese día lo pasamos con Camila en la feria del Alto de La Paz, buscando cosas que no encontramos y comprando cosas que no buscábamos. Fue una experiencia agotadora ya que la Feria del Alto se extiende en todo un barrio, son cuadras y cuadras de múltiples artículos. Decenas de cuadras en subida y en bajada a 3600 metros de altura sobre el nivel del mar se pueden volver un verdadero reto. 
El Lunes 6 me encontré con una pareja de argentinos de La Pampa con quienes ya me había cruzado antes en La Caldera, en Potosi y en La Paz. Por lo que volví a recordar que se puede viajar solo y no sentir soledad. Los demás compañeros del hostel parecen buena onda, son todos mochileros de distintas nacionalidades.
Paz-tando
El martes decidí salir a conocer los alrededores por lo que tomé el camino hacia un pueblo llamado Sampaya, ubicado a unos doce kilómetros al norte de Copacabana desde donde se puede ver la Isla de la Luna. A mitad de camino se puede tomar un atajo de la ruta pavimentada por un camino prehispánico, que no son más que inmensos escalones de piedras deshechas por el tiempo, en una subida que puede llegar a ser tortuosa debido al cansancio que produce la altura. Lo interesante es imaginar que se hizo este camino hace más de quinientos años, y que lo circularon hombres y mujeres totalmente distintos a uno.
Pasado el camino llego a un área cubierta de árboles de eucalipto, y con varias zonas peladas por la deforestación. El paisaje cambia a medida que voy subiendo por caminos de tierra, se vuelve más árido y ventoso. Afortunadamente el sol me acompaña casi todo el camino y llego cansado pero satisfecho de mi logro. En el pueblo de Sampaya viven menos de cincuenta habitantes, todos mayores de cuarenta años ya que los jóvenes se ven obligados a migrar en busca de trabajo. Cuando llegué, pasado el mediodía, no encontré a nadie que me indique dónde descansar o comer algo. Paseé por sus calles de piedra y césped, estudié sus casas centenarias también de piedra y descansé en un banco mientras comía la vianda que llevé.
Para el regreso estuve dispuesto a pagar un remis o a quien sea que se acercara con destino a Copacabana. Tuve que caminar varios kilómetros para finalmente llegar a un cruce por el que pasaría algún auto, ya que la ruta a Sampaya casi no se usaba. A la media hora de esperar en el cruce, veo aproximarse un camión inmenso que transportaba madera recién cortada, me levantaron y me llevaron hasta la ciudad sin pedir nada a cambio.
Ahora iré a tocar el cajón con dos guitarristas con quienes comparto el cuarto.
Camino a Sampaya

Llegada al pueblo

Iglesia de Sampaya

Isla de la Luna

Los nevados a lo lejos


La Luciérnaga
Te elevas y te acercas a esa fuerza sublime.
De tu vientre surge la respuesta al llamado ancestral que acallaste tantas veces deambulando entre lámparas y fuegos.
Has olvidado tu cansancio, la brisa que te acompañó en el ascenso se fortalece en las alturas, su humor se vuelve errático y te golpea los costados. Entre oscuros nubarrones ves al sol por última vez. Pero ya es tarde.
Caes.
Ráfagas de sombra sacuden tus alas y golpean tu aún refulgente corazón. Cierras los ojos, vuelves a ver al astro de astros. Esta vez es él quien se acerca.
Ya en sus brazos le oyes gritar a los vientos, y, en un parpadeo de la luz más pura, te unes a la tierra.
Uno de los escritos del Librito "Escritos de un viajero" 
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Así es Señor, nos vemos al fin.
Tú tenías razón: el mundo es hermoso.
Y tenías razón: el amor reina
El odio gasta
El miedo encierra
La tristeza envejece
y el amor reina.
Escrito en la Catedral de Copacabana