24 de Mayo - Las desconocidas ruinas de Choquequirao

Me encuentro en la parada de descanso "Chikisawa", o algo por el estilo. Son las 13:50 hs y estoy exhausto. El viernes 22 me levanté a las 5 de la mañana porque a las 6 comenzaban a salir los buses a Abancay, región cercana al pueblo de San Pedro de Cachora, desde donde comienza la caminata a las ruinas de Choquequirao. Llegué a Cachora a eso de las 10 de la mañana. Llegué medio perdido, buscando pastillas para purificar el agua, pan y dos cebollas más (¿por qué cuatro cebollas para un viaje de 4 días??), las consigo en un almacén de barrio junto con una pequeña botella de cloro para purificar el agua del camino y, luego de dar varias vueltas, doy con el sitio de entrada al sendero. Un viejito me aconseja, es más, me insta a llegar al campamento del río Apurimac en el primer día de viaje. Tomo en cuenta su consejo y emprendo la caminata. El viaje comienza con una bajada tranquila por un paisaje sembradíos y montañas nevadas a lo lejos. A medida que las montañas se acercan, el paisaje se vuelve más salvaje al igual que el camino. Carteles de "No apoyarse" en barandas perdidas hace tiempo y de "Cuidado, derrumbes constantes" se intercalan cada varios kilómetros. 
Las montañas nevadas a lo lejos
A las 5 pm llego a la misma parada de descanso en la que me encuentro ahora. Equivocadamente pienso que es el campamento del río. Me ha antecedido una bajada zigzagueante hecha de piedritas resbalosas y piedrotas con las que tropezaba. Creí no llegar nunca, y aún no lo había hecho. Más bajada, más zigzag y más piedritas traicioneras en una cansadora bajada de media hora hasta el río.
Llegada al Río Apurimac
Rápidamente armo la carpa pues los jejenes no han parado de perseguirme en todo el camino y estoy seguro que ansían el sabor de mi sangre. Luego de armada la carpa tiro todo mi equipaje en su interior y me doy una ducha fría en las instalaciones del lugar. Una ducha realmente salvadora. Luego me pongo campera y largos para escapar de los mosquitos y converso un rato con los guardaparques quienes me recomiendan salir al día siguiente a las 5 de la mañana para evitar el flagelo del sol en una subida atroz y dejar todo el peso extra que tenga. Les hago caso en ambas observaciones y dejo dos libros, mi termo y la comida extra que traje: ¡cuatro cebollas! Esa noche, antes de irme a dormir a eso de las 7 de la noche alzo la vista y descubro una luna intensísima que ilumina todo el parque, y las estrellas igual de valientes tintineando su distancia. Me tiro a contemplarlas en medio del puente que cruza el río Apurimac en dirección a las ruinas, sin filtros de ciudad o nubosidad alguna tintinean alocadas, veo tres satélites ir y venir en distintas direcciones, pero ninguna estrella fugaz, quizás porque la deseé demasiado.
Me despierto obedientemente a las 5 de la mañana y a las 6 ya tengo todo listo para salir, incluso mi desayuno de avena, soja en polvo, cereales y banana. 

¡Sí se puede!



La subida fue realmente difícil, pero paso a paso, descansando, tomando agua y mascando coca cuando el cuerpo lo pedía, llegué al caserío Santa Rosa, la primera parada después del campamento del río. El resto del camino a Choquequirao fue más simple, siempre con subidas y bajadas pero más cortas y menos empinadas. Llegar a la entrada fue muy satisfacorio, más que nada por el esfuerzo que me tomó. Sabía que podía, o creía saberlo, pero no tenía idea de lo que me costaría, y eso es conocerme mejor.
Las fotos de Choquequirao hablarán por si mismas:

Primera vista de las ruinas
Un cielo alucinante
Llegada a las primeras terrazas



Ruinas principales



Cansado pero feliz







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