28 de Mayo - Rumbo a Lima

Me encuentro en el vuelo 303 de Peruvian Airlines con destino a Lima. Nada que ver con el lugar donde me encontraba en la última anotación del cuaderno. Al día siguiente de escribirla (lunes 25) me levanté a las 6 de la mañana y emprendí una subida de dos horas hasta el siguiente mirador, desde donde aún me esperaban 12 kilómetros de serpenteo en ascenso. En el mismo mirador se me acercó una pareja de estadounidenses quienes me comentario que desde ese lugar salía una combi hasta Cusco por sólo 30 soles: la salvación en cuatro ruedas. Después de esperar unas dos horas y un viaje de otras cuatro horas estaba de vuelta en el hostel. Cansado y muy felíz. 
El martes y miércoles los pasé en compañia de otros viajeros del hostal, entre ellos Sofía, chilena a quien conocía desde Copacabana y Cristóbal, chileno también y gran malabarista que me llevó a un semáforo alejado del centro donde la migra no molestaba a los artistas callejeros. Ese día estuvimos de 9 a 12 del mediodía él en un faro y yo en otro, no me fue tan bien pero hice lo suficiente para el hostel de esa noche y la comida de ese día. El miércoles (ayer) en cambio, estuve iluminado, quizás por saber que sería mi despedida de Cusco. No paré de bromear, reir y fallar con dignidad en los mañabares. La gente reaccionó muy bien ante estas pantomimas y no sólo los automovilistas colaboraban sino que también dos transeúntes lo hicieron acercándose con el solo propósito de darme unas monedas. Ambos hechos significaron mucho por lo que procederé a contarlos: El primero fue después de una performance más que satisfactoria, en mi opinión, que involucró risas tanto mías como de parte de mis espectadores. Me voy a descansar al dar verde el faro y se me acerca una señora mayor del brazo del que sería su hijo ya adulto, y ella misma me dá dos soles en la mano, el hijo a su vez toma de ejemplo a su madre y me acerca cinco soles acompañados de alguna palabra cálida que ahora no recuerdo, cruzan la calle y al darse el semáforo rojo les insto a ver una repetición como agradecimiento por su generosidad. Se detienen y me observan hasta el final. Hermosa gente. El segundo transeúnte que me ayudó se apareció cuando ya me retiraba por fallas técnicas de los semáforos. Era un hombre de unos 50 o 60 años, de apariencia más bien humilde que me llama a acercarme y me da setenta centavos de sol por mi "habilidad" según sus propias palabras. Fue una hermosa mañana llena de interacción con los habitantes de Cusco. Les agradezco el sentimiento de dicha que me proporcionaron.
Las azafatas están dando las instrucciones de siempre. A la hora de entregar el equipaje tuve un inconveniente ya que al leer las precauciones con respecto al ingreso de materiales inflamables al avión supuse que se refería en el bolso de mano, no en el que se entrega como equipaje. A la media hora de haber entregado todo, me encuentro leyendo en un banco cuando una señorita de la aerolínea se me acerca preguntando si yo era Luis Campos. Al responderle afirmativamente me comenta que mi equipaje había sido incautado por haberse detectado gas butano en el mismo. Claro, si tenía una garrafa llena del mismo para cocinarme en el viaje. Tuve que dejarles la garrafa al igual que una botella de alcohol etílico y otra de cloro. Afortunadamente no hubo mayor inconveniente y pude embarcar. El avión está arrancando, llegaré a Lima en una hora y diez minutos.

24 de Mayo - Las desconocidas ruinas de Choquequirao

Me encuentro en la parada de descanso "Chikisawa", o algo por el estilo. Son las 13:50 hs y estoy exhausto. El viernes 22 me levanté a las 5 de la mañana porque a las 6 comenzaban a salir los buses a Abancay, región cercana al pueblo de San Pedro de Cachora, desde donde comienza la caminata a las ruinas de Choquequirao. Llegué a Cachora a eso de las 10 de la mañana. Llegué medio perdido, buscando pastillas para purificar el agua, pan y dos cebollas más (¿por qué cuatro cebollas para un viaje de 4 días??), las consigo en un almacén de barrio junto con una pequeña botella de cloro para purificar el agua del camino y, luego de dar varias vueltas, doy con el sitio de entrada al sendero. Un viejito me aconseja, es más, me insta a llegar al campamento del río Apurimac en el primer día de viaje. Tomo en cuenta su consejo y emprendo la caminata. El viaje comienza con una bajada tranquila por un paisaje sembradíos y montañas nevadas a lo lejos. A medida que las montañas se acercan, el paisaje se vuelve más salvaje al igual que el camino. Carteles de "No apoyarse" en barandas perdidas hace tiempo y de "Cuidado, derrumbes constantes" se intercalan cada varios kilómetros. 
Las montañas nevadas a lo lejos
A las 5 pm llego a la misma parada de descanso en la que me encuentro ahora. Equivocadamente pienso que es el campamento del río. Me ha antecedido una bajada zigzagueante hecha de piedritas resbalosas y piedrotas con las que tropezaba. Creí no llegar nunca, y aún no lo había hecho. Más bajada, más zigzag y más piedritas traicioneras en una cansadora bajada de media hora hasta el río.
Llegada al Río Apurimac
Rápidamente armo la carpa pues los jejenes no han parado de perseguirme en todo el camino y estoy seguro que ansían el sabor de mi sangre. Luego de armada la carpa tiro todo mi equipaje en su interior y me doy una ducha fría en las instalaciones del lugar. Una ducha realmente salvadora. Luego me pongo campera y largos para escapar de los mosquitos y converso un rato con los guardaparques quienes me recomiendan salir al día siguiente a las 5 de la mañana para evitar el flagelo del sol en una subida atroz y dejar todo el peso extra que tenga. Les hago caso en ambas observaciones y dejo dos libros, mi termo y la comida extra que traje: ¡cuatro cebollas! Esa noche, antes de irme a dormir a eso de las 7 de la noche alzo la vista y descubro una luna intensísima que ilumina todo el parque, y las estrellas igual de valientes tintineando su distancia. Me tiro a contemplarlas en medio del puente que cruza el río Apurimac en dirección a las ruinas, sin filtros de ciudad o nubosidad alguna tintinean alocadas, veo tres satélites ir y venir en distintas direcciones, pero ninguna estrella fugaz, quizás porque la deseé demasiado.
Me despierto obedientemente a las 5 de la mañana y a las 6 ya tengo todo listo para salir, incluso mi desayuno de avena, soja en polvo, cereales y banana. 

¡Sí se puede!



La subida fue realmente difícil, pero paso a paso, descansando, tomando agua y mascando coca cuando el cuerpo lo pedía, llegué al caserío Santa Rosa, la primera parada después del campamento del río. El resto del camino a Choquequirao fue más simple, siempre con subidas y bajadas pero más cortas y menos empinadas. Llegar a la entrada fue muy satisfacorio, más que nada por el esfuerzo que me tomó. Sabía que podía, o creía saberlo, pero no tenía idea de lo que me costaría, y eso es conocerme mejor.
Las fotos de Choquequirao hablarán por si mismas:

Primera vista de las ruinas
Un cielo alucinante
Llegada a las primeras terrazas



Ruinas principales



Cansado pero feliz







21 de Mayo - Cusco - Parte II

Camino a Hidroeléctrica
El lunes 18 averigüé para ir a Cusco al día siguiente, costó 60 soles el bus de 12 horas de ida y vuelta hasta Hidroeléctrica. Desde allí se hace una caminada de hora y media hasta la ciudad de Aguas Calientes, 20 soles de hostel con ducha privada y 128 soles de entrada a la ciudad en ruinas de Machu Picchu. La minivan que salió de Cusco llegó a las 3 pm a Hidroeléctrica por lo que estuve a eso de las 5 pm en Aguas Calientes. Entre ducha y wifi se me hicieron las 6 y salí a pasear por el pueblo ya que no tendría otra oportunidad, al día siguiente me levantaría a las 4 am para llegar a las 6 a la entrada de Machu Picchu.


Comienzo de la caminata hacia Aguas Calientes
Hacia Aguas Calientes

Aguas Calientes
Me preparé un desayuno de avena, soja, banana y cereales, más un pan con mermelada, y arranqué. A las 5 am abrieron el puente que nos llevaría al comienzo de una empinada subida por escaleras de piedra que dura entre una hora y media y dos horas. La logré hacer en unos 38 minutos ayudado por las salvadoras hojas de coca y mi espíritu competitivo que me sigue impulsando en varias ocasiones llegando uno de los primeros a la entrada.
Al comienzo de la escalinata (5 am)
Subiendo hacia la cima del monteMachu Picchu
A las 6 am abrieron las puertas a una multitud de turistas que, o bien subieron las escaleras, o bien llegaron en buses especiales a 25 dólares la ida y vuelta. Entré uno de los primeros a las ruinas y decidí ir al lugar menos visitado posible, por lo que, en lugar de ir a las ruinas principales como todo el mundo, tomé un camino alternativo a la izquierda hacia un lugar llamado "La puerta del Sol". En el camino di con la entrada a la cima del Machu Picchu, seguí un sendero indicado por el cartel y me encontré de frente con unas rejas de madera y un papel indicando la hora de apertura a las 7:00 am, osea casi una hora después. Sin dudarlo un momento trepé la reja y en tres segundos estaba del otro lado, al pie del monte Machu Picchu. la subida fue dura, a los 15 minutos el cansancio era notable por lo que devoré la banana que me quedaba y usé una rama cubierta de musgo como bastón. A mi alrededor sólo nubes, el canto de los pájaros y el sol naciente, que cobraba fuerza a cada minuto. No paré a descansar, anduve lento pero seguro, apoyándome en el bastón salvador y en las hojas de coca que no paré de masticar. La llegada a la cima fue gloriosa: un arcoiris circular me saludó entre las nubes de abajo, los picos nevados alrededor, el río con su ciudad y la montaña. La montaña con sus aves, sus insectos, su brisa helada, el sol fulgurante, su alma desnuda. Lloré de alegría, lloré su vida aún latente, sus ruinas explotadas y exportadas. Encontré un lugarcito que hice mío, me descalcé, saqué la manta que no sabía muy bien por qué había llevado y me senté sobre ella a "meditar". No sabía bien lo que hacía, dejé que los sonidos fluyeran a través de mi y que el sol me diga qué hacer. Mi respiración se calmó, espaciada, hasta que por momentos se detenía. En esos momentos me llegaba una energía, como una esfera de calor que nacía de mis manos, y me rodeaba completamente. 
No sé cuánto tiempo duró eso, pero me hizo ver que el lugar aún vive. Al cabo de una hora comenzaron a llegar los turistas, 
Arcoiris de bienvenida
¡Llegada a la cima!
El resto de las ruinas era un caos de gente con sus idiomas, idiosincrasias e ideologías. Corrí más que caminar, el monte se había dormido una vez más.
Eso fue ayer, hoy me desperté nuevamente en el hostel de Cusco, cansado pero contento y con un fin claro. Quiero conocer a fondo el monte, la selva, el mar, los ríos. Sólo ahí veo vida verdadera, la ciudad se ha olvidado de sus habitantes. Mañana parto para Choquequirao, de una u otra forma llegaré a esas ruinas.

Foto trofeo



Sin palabras



La Cima


21 de Mayo - Cusco - Parte I

Diez días pasaron desde mi última entrada. Ese martes me iría a Cusco pero una huelga de 72 horas de los antimineros imposibilitó la salida de buses por lo que me vi afortunadamente retenido en lo de mi tía Alicia. El viernes 15 por fin pude partir en un viaje de once horas en un bus con todos los chiches y hasta con cena incluida, algo imposible en Bolivia, no me puedo quejar. 
la llegada a Cusco estuvo bien, ubiqué el hostel llamado "Lets go bananas" que me recomendo mi amiga Mica con quien me crucé en Potosí. El primer día (sábado) recorrí todos los mercados de Cusco en busca de un sombrero idéntico al que había perdido en Perú. Lo encontré en el último mercado donde busqué, como suele ocurrir, un poco más chico que el anterior pero igual de práctico. Entonces, oh, casualidad: al salir del mercado se larga a llover, el sombrero fue probado en su primera hora de vida y, como el anterior, salió victorioso. Nuevamente cubierto mi cuero cabelludo salí a enfrentar el mundo. Me puse a vender mis libritos de cuentos y poemas con un éxito muy satisfactorio. 
Desfile de Cusco
El segundo día (domingo) hubo un desfile de distintos grupos de baile indígena, muy lindos vestidos y atuendos. Las danzas me hicieron pensar en rituales de druidas y chamanes. En particular los bailarines de un grupo que llevaban máscaras hechas de pieles de distintos animales, y narices extremadamente largas. En sus manos llevaban cetros de una planta que no conozco, con sus frutos colgados de la parte superior.




Plaza de armas de Cusco

Catedral de Cusco

11 de Mayo - Monasterio Santa Catalina

Jardín del Monasterio
Hoy pagué 40 soles para visitar el Monasterio Santa Catalina de Arequipa. Estoy sentado en el banco de un pequeño parque florido, muy bien cuidado y repleto de plantas exóticas. Creo haber reconocido un árbol de paltas, tengo ganas de treparme y guardar unas cuantas para después. Por ahora visité el Locutorio, un pasillo con ventanas enrejadas por donde las monjitas hablaban con el mundo exterior; una especie de museo repleto de cuadro de la vida de Santa Catalina; pequeños dormitorios en los que dormían las monjas; un museo de elementos de auto-flagelación que utilizaban para ofrecer su sufrimiento; unas cocinas inmensas donde usaban leña para cocinarse; una lavandería con agua que hasta el día de hoy fluye por un canalcito de piedra y que luego se divide en varios canales que llenan medias vasijas donde lavaban la ropa.
Lavadero
Elementos de Autoflagelo


Horno de Barro de una monja pastelera


Aljibe dentro de la misma cocina

Patio interno dentro del Convento

29 de Abril - Convalescencia en Arequipa

El lunes 27 a la noche me agarró fiebre, estaba seguro que se debía ala gula con la que había comido los últimos tres días, el primero cerdo y vaca, el segundo pollo  y el tercero pescado y mariscos. Habiendo comido mayormente vegetales durante todo el viaje, y exclusivamente los últimos quince días en la Isla del Sol, era casi necesario que mi cuerpo se queje de tan abrupto cambio. Llegué a tener 40°C por lo que mi tía llamó al médico de su seguro. Me dieron una inyección para bajar la fiebre y me recetaron tanto antibióticos como antiparasitarios como precaución. Al día siguiente me hicieron estudios y definieron que era una infección bacterial sumada a infección urinaria al parecer generada por falta de hidratación, lo cuál también se dio los primeros días en Arequipa. 
Conclusión: debo hacer reposo por una semana y tomar antibióticos por 10 días. Gran fortuna la de enfermarse en la casa del primer familiar que contacto en el viaje.

26 de Abril - Arequipa la Blanca

Estoy en Arequipa, sentado en el banco de una de las plazas más "pitucas" del lugar. Pasa mucha gente vestida de deporte porque al hay un gimnasio súper exclusivo por acá, o al menos eso me parece a mi, ya que todo es muy exclusivo o excluyente en esta zona. Señoras con sombreros grandes, gafas igual de grandes y perros diminutos se pasean como hace unos días veía pasar a las cholitas con sus burros y sus chanchos. Llevan carteras de marcas europeas en lugar de los pesados aguayos, zapatos de taco en vez de las embarradas sandalias y un español neutro, de ligero acento, en lugar del masticado español o el insondable aimará de Bolivia. Todo es más cosmopolita acá, más yanki, más "civilizado". No hay regateo, comida en las calles, gritos de vendedora. 
Ayer me encontré con mi prima Alessandra y mi tía Alicia, me llevaron a una picantería muy elegante, creo que no cuadré muy bien con la musculosa gastada y el pantalón largo de hippie. Pero la pasamos bien, y comí de todo un poco hasta hartarme, nada de masticar bien cada bocado o respirar tranquilo en la comida, fue un desenfreno gastronómico.
Una de las tantas iglesias de Arequipa.