26 de Marzo - Coroico


Escribo desde la tercera cascada de Coroico, un pueblo que ya comienza a ser selvático, con sus flores, sus frutos y sus humildes habitantes. Escribo en la ladera de una montaña, sentado sobre mi cajón peruano, la carpa armada a mi izquierda y un paisaje avasallador a mi derecha. Llegamos a La Paz el Lunes 23 a la madrugada, el frío es intenso y la ciudad ya ha despertado hace rato. Nos registramos en un hostel para dejar las mochilas y salimos a recorrer la ciudad. 
Camino a Coroico
El martes partimos rumbo a Coroico. Es un viaje violento en una combi destartalada llena de locales que pasa por riscos y curvas cerradas. Camila luego me contará que el chofer ofrece alcohol potable a la Pachamama por la ventana y luego toma un sorbo mientras se genuflexiona por el resto del trayecto, diciéndole que es para tener suerte en el camino. Y realmente se lo vió manejando más por instinto o intervención divina que de la forma legal y lógica. Adelantaba camiones en curvas cerradas, yendo más en el carril contrario que en el propio, aceleraba cuando cualquier otro ciudadano frenaría y su única medida de precaución era tocar la bocina mientras doblaba en las curvas. 
Primera cascada de Coroico
El cambio de clima se deja sentir en el transcurso del viaje: las laderas se vuelven más frondosas, el aire más cálido y la vegetación más colorida. En una hora ya estamos en el cejo de selva, mis ojos no quieren cerrarse, el agua arriba en el cielo y abajo en los arroyos me hipnotiza. Pasamos cascadas en las montañas y pequeñas lloviznas aisladas. ¡Selva al fin!
Apenas llegamos a Coroico, unos mochileros en la plaza nos recomiendan el hostel La Juanita a buen precio por lo que elegimos el piso compartido. Es una habitación bastante amplia con colchones tirados en el piso y que se comparte con hasta 8 personas. Afortunadamente la encontramos vacía.
Al día siguiente me despierto con ganas de nadar o por lo menos de chapotear un rato. Averiguamos en la oficina de turismo y nos recomiendan visitar el río que pasa por el valle a unos 8 kilómetros de distancia. El camino es pura bajada y a la mitad un cartel señala un sendero con la frase "camino del turista", el cual resulta ser un pasillo entre la maleza, empinado y zigzagueante que baja hasta el río. Pasamos la tarde ahí, aunque no se puede nadar ya que la parte a la que llegamos es muy torrentosa. Llegar fue fácil, el regreso en subida por el sendero del turista se vuelve cercano a lo imposible. Llevo mi mochila chica pero sobrecargada de cosas que no he usado, el cajón peruano con su funda en una mano y una botella de dos litros de agua en la otra. Llegada triunfal a Coroico después de andar unos 17 kilómetros entre ida y vuelta. Cocinamos harto y a descansar.

Hoy Jueves amanezco descansado aunque con alguna queja muscular. La solución: caminata de 6 kilómetros a las cascadas, con la mochila grande para llevar la carpa. Llegamos muy bien, el camino era principalmente en bajada con unas subidas leves, la mochila es cómoda y ligera, ya que hemos dejado todo lo que no necesitaríamos en el hostel. La tercera cascada de Coroico, donde se puede acampar, es la más linda y natural de todas, de agua honda hasta el pecho y fría como manantial de deshielo. Al fin pude nadar un poco. Serán las siete de la tarde y vienen unas nubes oscuras en nuestra dirección. Me emociona sentir la fuerza de la madre tierra esta noche.
La tercera cascada en la distancia
Tercera cascada de Coroico



Vista desde la carpa
                     

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